El artículo del Vicepresidente de la Confederación
Católica de Padres de Alumnos (CONCAPA), publicado en el
“Heraldo de Aragón” el jueves 18 de diciembre de
2003, no sólo resulta extraño por la ausencia de
argumentos a favor de las pruebas de septiembre, sino por
utilizarse para denostar a la organización que presido, con
descalificaciones genéricas y alguna insinuación
maliciosa. A pesar de mi esfuerzo no he encontrado en su
texto más que una referencia a que “la razones pedagógicas
resultan obvias”, y ahí acaba su aportación al tema,
para, a continuación, atacar con desmesura a la Federación
de APAS de la Enseñanza Pública y realizar una loa,
evidentemente sentida, del modelo de enseñanza que CONCAPA,
en su derecho, defiende.
El Sr. Carbonell
aprovecha para descalificar a FAPAR cuestionando su
independencia y el reconocimiento social que disfruta
nuestra organización fruto del trabajo diario de
muchos padres y madres desde hace 25 años por la defensa de
un modelo de escuela que forme ciudadanos competentes
cultural y socialmente. Pero, como no podía ser de otra
manera, el mismo se contesta – otra cosa es que lo
advierta -, cuando enumera como FAPAR , y con ella miles de
aragoneses que protestaron en la calle en ambos casos, se ha
opuesto a la Ley de Calidad (aprobada por el PP) o a la
generalización de los convenios de infantil con la enseñanza
privada ( aprobada por el PSOE y el PAR); no todas las
organizaciones pueden hacer gala de una trayectoria similar.
En todo caso no es nuestra voluntad entablar un
enfrentamiento con CONCAPA ni con nadie. Estamos dispuestos
al debate de ideas sin descalificaciones gratuitas ni
demagogias fáciles ni difíciles.
Pensamos
que los impuestos que todos pagamos sirven para redistribuir
la riqueza y los servicios creando una sociedad más justa,
y que éso pasa por la defensa y extensión de una enseñanza
pública, laica y de calidad para todos, la que garantiza
hoy la integración de todo el alumnado sin distinción.
Creemos
que la Ley de Calidad es una ley regresiva y que las pruebas
extraordinarias que implanta son, en los niveles
obligatorios, una medida antipedagógica que abandona el
principio de evaluación continua y deja al alumnado y a sus
familias – en muchas ocasiones las más desfavorecidas
socialmente, las que según el estudio del Defensor del
Pueblo están escolarizadas en un 80% en la escuela pública,
y precisamente a aquellas a quienes menos benefician las
pruebas extraordinarias-
sin la asistencia y apoyo del profesorado.
Pensamos
que la mejor manera de paliar esas consecuencias es
trasladar esas pruebas a junio para que se integren de una
manera natural y armónica en el proceso educativo del
curso.
Sabemos
que en el Consejo Escolar de Aragón somos mayoría quienes
estamos contra las pruebas extraordinarias y minoría, de
momento, los que como mal menor las deseamos en junio. También
sabemos que sin la implicación del profesorado las pruebas
de junio no podrán funcionar. Ocurre que creemos en esa
implicación y en la voluntad de educar que los anima y nos
anima.
Por
eso, insisto, explicamos y defendemos – con argumentos –
nuestra posición. Aunque coincida con la del Departamento
de Educación. Aunque moleste a algunos y, perdonen la
“maldad”, porque el que moleste a los de siempre nos
parece una buena señal. |