Católicos significados, tanto seglares como religiosos, no ponen objeciones a la asignatura.

Educación para la ciudadanía
GREGORIO Forniés. Sociólogo | El Periódico de Aragón
En noviembre de 2006 escribí, en estas páginas, un artículo sobre Educación para la ciudadanía. El él alabé la lentitud y prudencia del Gobierno en este tema, máxime cuando había que recabar opiniones y unir voluntades hasta conseguir un consenso de las fuerzas sociales. Hoy ya se han evacuado consultas suficientes y muchos han dado el visto bueno, aunque no todos. Entre otros, la cúpula de la Conferencia Episcopal; más aún, alguno de sus miembros ha sido duro y contundente contra la asignatura, y se ha invitado al boicot para «no colaborar con el mal».
Sin embargo parece que lo que intenta la asignatura es válido. Envueltos en una atmósfera de la cultura del bienestar, muchas veces modorra y superficial, fomentada por los medios, especialmente la televisión concebida para distraer, dominar y explotar al ciudadano, metidos todos en una abulia o conformismo sociopolítico que nos lleva a inhibirnos de lo común, no parece insano dar al alumno conocimientos, criterios, motivaciones y principios no contradictorios a ninguna creencia. Pero no solo se ha opuesto el portavoz de la Conferencia Episcopal Martínez Camino, hay muchos que están molestos por la asignatura, impuesta y obligatoria, en la que ven emerger de nuevo el fantasma de la Formación del Espíritu Nacional franquista. Hay un contrabando ideológico oculto con el que se intenta amaestrar a las generaciones jóvenes. «Yo estoy por la escuela laica, pero ese laicismo excluye también la política», dice el periodista Carrascal.
Compruebo, por el contrario, que muchos católicos significados, tanto seglares como religiosos, incluidos los religiosos de la Enseñanza hasta sus más altos cargos, algunos de los cuales he consultado, no parece que pongan objeciones a la asignatura. Y menos después de los diálogos y acuerdos que ha tenido la FERE con Educación. Vistos algunos de los textos publicados no se ve con claridad que el Estado haya invadido el campo de la formación de la conciencia. Un creyente católico, ortodoxo o musulmán pueden ver y aceptar ese material escolar desde sus creencias. Seguro que aparecerán otras editoriales publicando contenidos no conformes con la conciencia de todos, en cuyo caso los padres, sobre todo, habrían de tomar cartas en el asunto. Si se pretendiera el amaestramiento ideológico desde el ministerio, sí que sería objeto de denuncia, aunque no creo que fuera eficaz. Para ello, se necesitaría un Estado totalitario, control y censura del pensamiento, delegados políticos en cada centro escolar que vigilaran la pureza del pensamiento único, la designación de profesores a dedo y la eliminación del disidente. Eso han hecho todos los grandes dictadores de la Historia, aunque nunca consiguieron domesticar al ser humano, al menos a los nacidos para ser grandes. La domesticación ideológica es más eficaz de otra manera, a base prebendas, colocaciones según conveniencia del poder de turno, recomendaciones y demás corruptelas. Alrededor del poder aparecen enseguida los otros hombres, los que se inclinan siempre ante la consigna venida de arriba. Este es el verdadero peligro. ¿Qué ministerio, qué institución o qué gobierno pueden educar la conciencia de nadie si se eligen cargos a dedo, se premia al sumiso y obediente, se traslada al disidente y se permite o no se denuncia la corrupción y la manipulación contra el ciudadano de a pie?
Lo otro, el adoctrinamiento ideológico en la escuela, repito, si se pretende habría que enfrentarse a él porque no puede un gobierno formar a los alumnos a imagen y semejanza suya. Aún sería más lamentable que luego viniera otro gobierno a hacerlo al revés, politizando la escuela. Parece que ya hay comunidades que no piensan poner en marcha la asignatura. Todo por no buscar el acuerdo o no encontrarlo en temas tan importantes. ¿Tanto cuesta ponerse en los zapatos y en la piel del otro y llegar a consensos en lo que debe ser común? Incluso, aunque parezca exagerada y no se comparta la llamada de Antonio Cañizares a no colaborar con el mal es bueno escucharle porque el arzobispo de Toledo puede ver una brecha abierta en el camino de la educación en la escuela, que marchando por ella y tras larga marcha nos encontraríamos muy lejos de donde queríamos ir. Si no fuera así el prelado se estaría jugando su prestigio por defender nimiedades. No creo que se repita en este caso lo que dice José Luis Aranguren: «La moral se esgrime cuando se está en la oposición, la política cuando se ha obtenido el poder».