CEAPA y CONCAPA piden la colaboración de los medios de comunicación para educar en valores

Lola Abelló Planas, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) y Luis Carbonel Pintanel, presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (CONCAPA), han firmado un documento conjunto, en el marco del Observatorio sobre Contenidos Televisivos y Audiovisuales (OCTA), en el que piden a los medios de comunicación que colaboren en la educación en valores de la infancia.
Este documento ha sido presentado en rueda de prensa, con la presencia de José Antonio Luengo, representante de la Oficina del Defensor de Menor de la Comunidad de Madrid, y de Alejandro Perales, en nombre del Observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales (OCTA). Ambas confederaciones reconocen que la primera unidad de convivencia para educar en valores es la familia, pero indican que los medios de comunicación también son agentes educativos y, por tanto, han de impedir la difusión de determinados contravalores, entre otras acciones.
DOCUMENTO CONJUNTO DE CEAPA Y CONCAPA
LA EDUCACIÓN EN VALORES ES TAREA DE TODA LA SOCIEDAD Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DEBEN ASUMIR LA PARTE QUE LES CORRESPONDE
La familia, como primera unidad de convivencia, debe educar en valores. Pero los padres y madres debemos tener claro qué modelo de sociedad queremos para nuestros hijos e hijas. A la hora de optar por unos u otros valores, el modelo de persona y el modelo de sociedad que queremos están totalmente ligados. No se pueden separar aquellos valores para la educación de las personas, de los valores de tipo colectivo. Los padres y madres abogamos por un modelo de persona: crítica, solidaria, participativa, responsable, cooperadora, tolerante, defensora del medio ambiente, respetuosa con la pluralidad cultural, defensora de la igualdad de derechos entre los sexos, comprometida con la sostenibilidad, con actitudes y comportamientos democráticos, con capacidad de analizar y reflexionar sobre las normas, dueña de su propio destino, con respeto a sí misma, a los demás y a la diversidad social.
El objetivo es que las personas que integran esta sociedad puedan llegar a ser personas más felices. El modelo de sociedad que deseamos para que vivan nuestros hijos e hijas es el de una sociedad libre, solidaria y justa, donde el bien común sea su hilo conductor y mejore y mantenga adecuadamente las prestaciones públicas, y que cualquier avance que se produzca en la sociedad no impida el respeto por el ser humano y su dignidad. En contra de lo que parece, los jóvenes de hoy tienen capacidad para ilusionarse por los valores ¿con mayúscula?. Distintas experiencias han puesto de manifiesto que los jóvenes son capaces de comprometerse si disponen de un marco donde puedan expresar sus anhelos y necesidades, y de un mayor espacio para participar de manera continuada.
La escasa participación de jóvenes de hoy se debe a múltiples, complejos y diferentes factores. Vivimos en una sociedad escasamente participativa, y no son los jóvenes los únicos afectados por este mal. Con los años de transición asistimos a una imperiosa necesidad de participar como cauce para cambiar la sociedad.
Los años han pasado y ese ímpetu ha ido decreciendo en la medida que la democracia se ha asentado en nuestra sociedad y han imperado valores más individualistas. Los jóvenes de hoy no son menos participativos que cualquier otro colectivo.
El objetivo es lograr personas felices y educarlas en la cultura del trabajo. Para ello, desde las familias tenemos que fomentar los valores del respeto a los demás, el esfuerzo, el orden, la responsabilidad, la cooperación y trabajo en equipo, la solidaridad, la limpieza y la higiene… y, en un sentido más amplio, fomentar y enseñar esos valores consensuados por la sociedad como son: la libertad, el sentido de la justicia, la paz, la verdad, la honestidad, el amor, la sostenibilidad, la dignidad humana y la comprensión.
La familia como núcleo y fundamento de la sociedad debe educar a sus miembros conforme a la dignidad del ser humano, pero no puede hacerlo sola puesto que otros factores influyen en el crecimiento de los hijos. Por esta razón reclama de los medios de comunicación una sensibilidad y cooperación para educar en valores. Existen otros agentes educativos, los medios de comunicación, que más que colaborar y trabajar en la dirección de impulsar unos determinados valores, lo que ofrecen a diario es una serie de contravalores: el ¿triunfo fácil? y la consecución de la fama sin esfuerzo, todo ello opuesto a los valores que padres y madres deseamos.
Asistimos, más veces de las deseadas, a una situación de perplejidad, cuando no de rechazo, con la puesta en escena de la forma de hacer de los medios de comunicación, más pendientes de lograr audiencias o lectores de forma fácil y barata que de conseguir programaciones o publicaciones que primen la calidad y respeto hacia los demás por encima de otras consideraciones. Equivocan su rumbo cuando creen que su futuro está ligado exclusivamente al sostenimiento económico diario. El consumidor es, cada vez más, exigente y crítico.
La sociedad que entre todos queremos generar, no mantendrá en el futuro medios de comunicación que no respondan a sus necesidades, y éstas pasan inexorablemente por atender las demandas de una sociedad que quiere respeto para los valores que considera indispensables. Exigimos por tanto que todos y cada uno de los medios de comunicación asuman que entre sus funciones, y para nosotros en primer lugar, está el respeto absoluto de estos valores. Deben asumir que sus actitudes y planteamientos tienen que cambiar. No cesaremos hasta que ello ocurra y nos ofrecemos para ayudarles a conseguirlo. Podemos hacerlo juntos o no, pero desde luego la sociedad en su conjunto demanda ese cambio en su actitud.
Pero también exigimos a las Administraciones que actúen. Su responsabilidad, en la generación de una sociedad crecientemente mejor, no pasa por ser meros espectadores de lo que sucede. Es necesario que obliguen a los medios de comunicación a poner en práctica códigos éticos que impidan la difusión de determinados contravalores, especialmente dentro del horario protegido para la infancia, así como negociar la posibilidad de que colaboren en la elaboración de campañas publicitarias para divulgar valores de educación cívica a toda la ciudadanía. Y por supuesto, los padres y madres, como primeros educadores, debemos liderar el movimiento social para lograr esos cambios, asumiendo que el mejor ejemplo es el propio, cambiando nuestras actitudes personales y rechazando aquellos medios de comunicación que dificultan nuestra labor diaria, denunciándolos públicamente por todos los medios a nuestro alcance.
Por ello, las organizaciones firmantes formamos parte de iniciativas como el OCTA (Observatorio de Contenidos Televisivos y Audiovisuales) que a través de su Web (www.iniciativaocta.org) ofrece una posibilidad inmejorable para presentar estas denuncias y de estar permanentemente informados. Todos debemos entender y asumir que la sociedad del futuro se construye en el presente. Los padres y madres, unidos más allá de las ideologías o creencias particulares, demandamos los cambios necesarios para que la sociedad en la que vivimos, y que heredarán nuestros hijos e hijas, sea la mejor posible.
Madrid, 26 de octubre 2006