CÓMO FUNCIONA EL MUNDO: SÓLO SI EL MAESTRO ESTÁ MOTIVADO
• Conviene cambiar los modelos de formación del profesorado y la consideración de su trabajo
MIQUEL Martínez. Catedrático de Pedagogía de la Universitat de Barcelona | El Periódico
Las leyes no cambian la realidad, pero sí generan las condiciones para hacer posible el cambio. Las leyes que regulan la educación no la cambian, pero sí facilitan o dificultan la transformación en la cultura docente e institucional de las escuelas. Por ello, cuando acabe el actual debate sobre la ley orgánica de educación (LOE) empezará, o no, el auténtico cambio.
Una vez aprobada la ley, convendrá apostar con fuerza por un cambio en algunos aspectos de nuestro sistema educativo. La LOE lo permite, pero sólo se harán realidad si son compartidos por personas, movimientos y organizaciones promotoras de una renovación pedagógica comprometida y decidida a favor de una educación de calidad que suponga inclusión social y eliminación de desigualdades educativas.
Hay tres condiciones necesarias, aunque no suficientes, para hacer posible una educación de calidad. Uno, el trabajo cooperativo entre el profesorado del centro, para lo cual, hay que confiar en su capacidad de organizar el currículo y de elaborar proyectos educativos. Los centros, además, han de gozar de autonomía en estos procesos. Dos, disponer de un modelo de formación inicial del profesorado y de formación continua centrado en la práctica profesional y en el conocimiento de la realidad actual de la infancia y la juventud. Tres: la Administración central debe reconocer las competencias de las autonomías, la de los directores de los centros, y la de las familias.
Estas tres condiciones son aspectos débiles de nuestro sistema educativo. El trabajo cooperativo del profesorado es posible si lo son la creación y la consolidación de equipos docentes y la participación de los centros en la selección del profesorado. Requiere un tiempo de dedicación fuera del aula, que no puede desarrollarse siempre fuera de la escuela. Hoy no es un tiempo de intercambio y de trabajo compartido, como ocurre con la mayoría de profesiones que procuran sacar adelante un proyecto o abordar cuestiones que afectan a personas. En definitiva: la ley plantea dudas sobre la dedicación del profesorado y la cultura del trabajo en equipo.
LA FORMACIÓN del profesorado requiere también cambios en profundidad, no sólo en sus contenidos sino, sobre todo, en el modelo en sí. De acuerdo con las directrices del proceso de convergencia europea, las universidades tendrán competencia para establecer nuevos planes que formen al profesorado de educación infantil y primaria y, de acuerdo con la LOE, al del nuevo posgrado de educación secundaria.
Es, pues, un buen momento para actuar con sensatez, sin actitudes departamentales endogámicas y pensando en la formación de profesionales competentes. Pero el cambio en el modelo de formación del profesorado, tanto en enseñanza inicial como continuada, puede verse especialmente favorecido si los sistemas de acceso al ejercicio de la profesión en la función pública o en el sector concertado también cambian, y orientan la selección en función de las competencias profesionales actualmente necesarias, y no en revalidar los conocimientos adquiridos en la carrera. Desde esta perspectiva, el trabajo de las universidades, de los sindicatos y de las administraciones educativas puede ser clave.
El punto más débil de la ley es el que se refiere a la autoridad de los directores y directoras de centros educativos, especialmente de los de educación secundaria. Hay que confiar más en su competencia, darles más autonomía y amparo legal y, a la vez, exigir responsabilidades por las decisiones adoptadas. La convivencia y el respeto al profesorado y entre los estudiantes en los centros educativos no es fácil de mantener si ante el primer contratiempo la dirección siente menos el respaldo de la Administración que el control y evaluación que hace de sus decisiones la comunidad donde desempeña su tarea.
Conviene, en definitiva, cambiar los modelos de formación del profesorado, pero también la consideración moral y legal del trabajo del profesorado en general y, en particular, la que atañe a la dirección de centros. Ejercer como maestro o profesor y asumir funciones directivas en las escuelas de nuestro país ha de ser atractivo. En caso contrario, de poco o nada servirá la nueva ley o cualquier otra que nuestros representantes políticos puedan elaborar y aprobar.
LAS LEYES no cambian la escuela ni la actitud del profesorado ante sus funciones. Lo que cambia la realidad son las costumbres y la cultura pedagógica de los profesores, directivos o no, que en su quehacer diario acompañan a las generaciones más jóvenes en su proceso de aprendizaje, saben estimular su esfuerzo, les enseñan a dudar y a maravillarse, y contribuyen a su formación social y ciudadana en estilos de vida democrática basados en el respeto y la dignidad. Por ello, conviene que el profesorado, y en especial los que ejercen la dirección, sientan que su tarea goza a la vez del respaldo y reconocimiento máximo, sin que ello suponga reducir la responsabilidad que conlleva ese cargo..