Crucifijos
PERIÓDICO DE ARAGÓN 30/11/2008. JOSé LUIS Trasobares
Seguimos girando en torno a debates interminables por una sola razón: en España (y particularmente en este crisol de razas que es Aragón) no ha sido posible poner en vigor los códigos que son de uso común en la mayoría de los estados que forman parte de la Unión Europea. Así que nos pasamos los años y los decenios dándoles vueltas a los mismos asuntos, como pit-bulls disputándose una presa sin ceder jamás. Por fortuna, desde el 77 la democracia nos permite ventilar nuestros asuntos civilizadamente. Aleluya.
Reconozco que el otro día me quedé de piedra cuando, aquí al lado, mi colega Luis del Val clamó contra el fundamentalismo laicista estableciendo un curioso paralelismo entre los crucifijos colgados en una escuela pública (o ése que Belloch se lleva y se trae para colocarlo en el salón de plenos) y las imágenes religiosas ubicadas en iglesias… ¡y museos! Hombre, por todos los dioses, una cosa es un símbolo religioso de fabricación industrial colocado en el aula y otra bien distinta una obra de arte, represente a Jesús en el Calvario o a Venus Afrodita saliendo del Mediterráneo. En el primer caso se trata de una ruptura evidente del principio de aconfesionalidad consagrado en la Constitución; en el otro es un objeto de culto ubicado donde debe estar (en el templo correspondiente) o bien una obra de arte expuesta a la admiración de todos. Bueno, es que si no entedemos esto ya podemos cerrar la tienda.
Hablar en la España actual de excesos laicistas es una broma pesada. Me suena como cuando llaman racistas a los indígenas aymaras que siguen a Evo Morales en Bolivia. Sería para carcajearse si no se tratara de algo tan serio.
Francia lleva un siglo de separación entre iglesias y Estado. Allí no se admiten en las aulas ni crucifijos cristianos ni velos musulmanes ni estrellas de David. Cada cual practica su religión donde corresponde y desde el respeto mutuo. Tampoco hay calles dedicadas a Petain ni a Laval y sí a los maquisards que más se destacaron en la lucha contra el fascismo. ¡Es la democracia, queridos amigos!