Despilfarro universitario
21/05/2008 FRANCISCO Muro de Iscar (*) PERIÓDICO DE ARAGÓN
La Universidad no deja de sorprender. No tenemos casi ninguna entre las primeras 500 del mundo, mientras que tres escuelas de Negocios están entre las cinco o diez mejores del mundo, lo que quiere decir que no es un problema español, sino de gestión y de eficacia. Pero si hablamos de las públicas, hay que reiterar que los contribuyentes subvencionamos con nuestros impuestos el 90% del coste real, y que el nivel de exigencia, salvo excepciones, está bajo mínimos. A nadie se le puede negar el acceso a la Universidad, incluso aunque no tenga méritos académicos para ello.
El Informe del Consejo de Universidades correspondiente al curso 2006-2007 señala que hay un centenar de centros universitarios públicos que tienen matriculados ¡menos de diez alumnos en primer curso!, y como consecuencia, dado el éxito escolar, puede que no tengan ninguno en cuarto o quinto. Las Universidades públicas presenciales ofrecen nada menos que 2.701 enseñanzas, de las cuales 1.378 son de ciclo corto, otras 1.032 de ciclo largo y 291 sólo de segundo ciclo.
¡Un sólo alumno! de Valladolid cursa primero de Filología alemana y otro, Educación Infantil. En Soria hay un único alumno en primero de Ingeniería Técnico Agrícola. Lo mismo sucede en Filología Hebraica en Salamanca o en Filología Portuguesa en Santiago, en Humanidades en Ferrol (Universidad de La Coruña) o en la Politécnica de Cartagena en Mineralurgia y Metalurgia. En Valladolid, en Filología Clásica, Educación Especial y Educación Física hay dos alumnos en primero –eso, sí, el cien por cien más en relación con las anteriores–, lo mismo que en Baracaldo (Universidad de Bilbao) en la especialidad de Sondeos y Prospecciones Mineras de la Escuela de Ingeniería Técnica de Minas. Tres alumnos hay en muchos cursos de primero en otras carreras y ciudades y, por resumir, 45 carreras tienen menos de 10 alumnos en su primer curso. Salía mucho más barato becarles para cursar estudios en el mejor y más caro centro del mundo, pero como hemos creado universidades en todos los lugares que lo han pedido, como si la Universidad fuera un bien de primera necesidad, hay que mantener el edificio, el profesorado, los servicios generales y hasta los bedeles para que curse la carrera –que no quiere decir que la apruebe– cualquier ciudadano. Un despilfarro.
(*)Periodista