Discurso del ministro Ángel Gabilondo en el Foro Cantabria: «La educación que queremos»

Educar es una de las tareas más complejas de nuestro tiempo, pero también una de las que tienen mayor capacidad de generar ilusión. Da cohesión, confianza y expectativas a una sociedad de ciudadanos libres, porque es sólo a través de la formación y la educación como se puede ejercer en toda su magnitud la condición de ciudadano.
17 de mayo de 2010.
Educar es requisito esencial para el sistema democrático. Sin democracia puede haber educación, pero sin educación, no puede haber democracia. Además cuanta más calidad tenga nuestro sistema democrático, mayor calidad tendrá nuestra educación y viceversa.
La educación garantiza el futuro de la democracia porque, como sucede en todas las sociedades, es el medio de transmisión de valores entre generaciones. En nuestra sociedad esos valores son los valores democráticos que guarda la Constitución: hacen referencia a la solidaridad, la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales con el objetivo fundamental de lograr una mayor cohesión social.
Los valores son necesarios. Sin valores el conocimiento pierde su sentido. La dificultad estriba en cómo se transmiten estos valores, pues no es lo mismo transmitir conocimientos que valores. Para ello es esencial que los docentes logren desempeñar su labor en un clima de respeto, de tolerancia, de participación y de libertad.
Con el objetivo de que sea efectiva esta transmisión de valores, es necesaria también una mayor implicación de las familias y los medios de comunicación para fomentar que el alumnado asuma de forma responsable sus derechos y deberes, practique la solidaridad y el respeto a los demás. Y es fundamental crear un entorno coherente con los valores que queremos transmitir.
Tenemos que impulsar y promover una educación integral que favorezca la educación de los estudiantes como personas y ciudadanos preparados para enfrentarse a un mundo abierto y en continuo proceso de cambio. Ciudadanos activos, que piensen sobre lo que aprenden y que no dejen nunca de preguntarse por el conocimiento que adquieren. Que duden sobre lo que les enseñan, que propongan nuevas verdades. La educación no es una simple adquisición de conocimientos, contiene muchos otros objetivos además del de lograr la empleabilidad.
La democracia se basa en la idea de que nadie posee la verdad absoluta, de que ésta no es patrimonio de un único individuo ni de una formación. Entiende que la palabra no es patrimonio de nadie. La palabra es dialogo, acuerdo, consenso. La palabra es de todos y cada uno, de todas y cada una, es indispensable.
La educación y la palabra, la lengua, tienen una capacidad enorme de crear identidad en comunidad. Pero comunidad no es aislamiento ni retraimiento ni exclusión, sino todo lo contrario: apertura, avance e inclusión permanente. Es un conjunto de personas que deciden poner en común, desarrollar sus intereses compartidos. Por eso la lengua, que tanta comunidad crea, no debería emplearse nunca como instrumento de división, sino como expresión de tolerancia y de suma.
Educar es educar en la palabra, en la lengua, y educar en su ejercicio en libertad. Es formar en la interculturalidad, en la inclusión de las diferencias, en la diversidad. La democracia es el derecho a la diferencia sin diferencia de derechos. Supone estar dispuesto a dejarse decir algo y no creer que uno lo sabe todo y mejor que los demás. Implica incluso reconocer que necesitamos de los otros, de nosotros. Es compromiso, es dudar de nosotros mismos, es dejarse ayudar y es jugarse algo con alguien, jugarse algo junto a los demás.
Estamos en un momento difícil en el que la sociedad española está luchando contra una crisis económica que a mi juicio es también una crisis de modelos sociales, políticos, en definitiva una crisis de valores. Tenemos que pensar en superarla pero sobre todo en afrontarla de tal modo que no se reproduzca un modelo depredador, especulador, que sólo busque resultados a corto plazo. Para eso es necesaria la unidad.
Dado que el cambio del que tanto hablamos lo queremos todos, debemos ser todos quienes colaboremos para que se produzca: administraciones, instituciones, agentes y por supuesto los ciudadanos. ¿Por dónde empezar a cambiar las cosas? Creo firmemente que en estos momentos difíciles la educación puede ser esa fuerza de cambio, progreso y unidad que se necesita.
La educación, que actúa en tiempo presente, inmediato, pero se orienta siempre a futuro, es la herramienta más adecuada para tallar con atención artesana ese porvenir que queremos. Garantiza el pleno ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica y resulta fundamental para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas, equitativas, justas.
Sigo pensando que el mejor camino para nuestra educación es ponernos de acuerdo sobre los objetivos y medidas que necesita e impulsarlas entre todos sin dilación y sin dubitaciones. Pero quizá hay quien prefiere pensar que la palabra, que la verdad absoluta, es suya, y por eso borra párrafos enteros cuando no se reproduce una de sus comas. Y por eso prefiere pactar consigo mismo.
La ciudadanía no quiere sobresaltos ni cambios efectistas en materia educativa. No quiere que vaciemos los libros y que los volvamos a llenar de verdades absolutas, cada uno con la suya. Quiere ver a los políticos trabajar, precisar, concretar medidas que supongan una mejora en su educación cotidiana. Pero una mejora que no dure sólo una legislatura, sino que se prolongue durante lustros.
No podemos derribar el sistema para inaugurar uno nuevo, porque lo pagarían todos los escolares. Los padres, los maestros, los estudiantes, nos demandan mejoras educativas, no cambios de modelos.
El Pacto de Estado por la Educación lo han impedido motivos que nada tienen que ver con la educación, «comas» que no alteraban el avance de una frase. Pero el Pacto, aunque era la vía más rápida para mejorar, no era un fin en si mismo, y por eso el Ministerio de Educación sigue trabajando con el pensamiento puesto en los ciudadanos y en sus demandas para mejorar la educación en nuestro país.
Trabajamos ya, con todas nuestras fuerzas, para poner en marcha los 12 objetivos sobre los que hay un amplio consenso social. Los ciudadanos y en especial la comunidad educativa nos respaldan y nos piden que avancemos y que lo consigamos.
Les puedo anunciar que hemos convocado para esta misma semana, el día 19, a la mesa sectorial de la enseñanza pública; y al día siguiente, a la mesa sectorial para la enseñanza concertada. Ese mismo día se reúne el Consejo de Universidades, en el que participan todos los rectores; el día 25, la Conferencia General de Política Universitaria, con participación de los consejeros autonómicos con competencias en materia de universidad. Al día siguiente se encuentra la mesa de asociaciones de madres y padres, y el jueves 27 se ha fijado una reunión de la Conferencia Sectorial de Educación que, como saben, aglutina a los consejeros de Educación de todas las Comunidades Autónomas.
Como ven, no hemos tardado mucho tiempo en decidir y en ejecutar la que era nuestra convicción: que se puede hacer mucho por la educación y que contamos con el apoyo social suficiente como para hacerlo.
Con todos estos representantes que he mencionado, con todas estas mesas, vamos a desarrollar las medidas y políticas educativas que hemos propuesto y que creemos que pueden ayudar a nuestro país. No son verdades absolutas, son verdades consensuadas, objetivos definidos entre todos, acciones equilibradas y realistas.
He dicho siempre que el Ministerio no ha estado cerrado por pato. Este Ministerio ha estado trabajando y va a seguir haciéndolo con determinación por el bien de la educación, para frenar el fracaso y el abandono escolar y para incrementar el perfil de cualificación de todos los jóvenes.
Disponemos de una de las generaciones mejor formadas de la Historia y en este sentido, por más que algunos lo repitan, cualquier tiempo pasado no fue mejor. Pero hay aspectos en los que debemos hacer un esfuerzo importante, retos que conocemos muy bien y vamos a afrontar:
– Mejorar los resultados en comprensión lectora y en cálculo matemático.
– Conseguir el éxito escolar de todos los estudiantes en la educación obligatoria y promover su continuidad en estudios posteriores en el marco de la formación y el aprendizaje a lo largo de la vida.
– Reducir las tasas de abandono escolar prematuro incrementado el número de jóvenes con titulación de educación secundaria postobligatoria (formación profesional de grado medio o bachillerato).
– Apoyar más y mejor a los profesores, sin cuyo esfuerzo, sin cuyo sacrificio, no sería posible la educación.
Son metas concretas, objetivos realistas. Hay determinación política y apoyo ciudadano para perseguirlas.
La educación es la mejor política social, la que más garantiza la igualdad de oportunidades en la vida. Ya disponemos de uno de los sistemas educativos más equitativos del mundo, destacable por su capacidad para ofrecer las mismas expectativas de formación a todos los ciudadanos con independencia de que procedan o no de colectivos en riesgo de exclusión.
Y ése es el valor que no cambiará con todos los cambios que emprenderemos. El sistema de educación en España seguirá siendo de calidad y equitativo, de excelencia e inclusivo. Seguirá siendo un sistema con dimensión social.
Prueba de ello es la apuesta decidida de este Gobierno por las becas, que supondrán en el curso 2010-2011 una inversión total de 1.203 millones de euros y un aumento de un 3,5%. En un momento de dificultades financieras como éste, creo que más que de un porcentaje, estamos hablando de un claro compromiso.
Establecidas inicialmente para compensar la ausencia de ingresos que comporta la dedicación plena a los estudios universitarios, las becas salario se amplían ahora a los estudios de ciclos formativos de grado superior, incrementándose sus fondos en 82 millones de euros. También se actualizan los umbrales de renta familiar de quienes las solicitan, de modo que según los cálculos podrán beneficiarse de ellas un 285% más de alumnos que anteriormente.
Esta es, para nosotros, la manera de hablar de educación. Con compromisos y con hechos que hablan de la apuesta por la excelencia y la equidad.
Son las acciones que la ciudadanía nos pide, acciones educativas acompañadas de valores; educación buena y buena educación. Lo mismo que permitió lograr en su momento la democracia en España (el respeto, las palabras compartidas y la determinación) conseguirá que mejoremos el sistema educativo.
Muchas gracias.