Educar en ciudadanía
El Ideal |
Las duras críticas expresadas por responsables de la Iglesia Católica a la implantación de la materia ‘Educación para la ciudadanía’ dentro de los currículos que recoge la LOE, tanto para la enseñanza obligatoria como para la infantil y el bachillerato, se han basado en dos supuestos: que la iniciativa persigue un propósito adoctrinador por parte del Gobierno socialista y que su contenido supondría la transmisión de valores morales que entrarían en colisión con los que albergan los padres como responsables últimos de la educación de sus hijos. Tales inquietudes deberían reconducirse hacia un debate sereno y constructivo en torno a aquellos aspectos del contenido de la asignatura que entrañen algún riesgo de sesgo ideológico. Pero sería un despropósito que la introducción de la materia fuese recibida como una afrenta general, como si se tratara de una asignatura dañina o con llamadas a la desobediencia y a la objeción de conciencia.
La LOE introduce la ‘Educación para la convivencia y los derechos humanos’ en la etapa infantil, la ‘Educación para la ciudadanía’ en el 5º o en el 6º curso de Primaria, la ‘Educación ético-cívica’ en 4º de ESO y la asignatura denominada ‘Filosofía y ciudadanía’ en el Bachillerato. El ejercicio de la democracia y la realización de la convivencia constituyen un proceso de aprendizaje que acompaña al ciudadano a lo largo de toda su vida. De ahí que no esté de más que la enseñanza no universitaria conceda a la cuestión la relevancia que merece. En el extremo, su necesidad se ha puesto de actualidad con los casos de acoso y agresión en centros de enseñanza. Se trata de adaptar el conocimiento de ese mínimo común denominador de principios y valores que describen una sociedad libre a las enseñanzas que corresponden a cada edad y a cada etapa educativa. De manera que el niño y la niña aprendan a conocerse a sí mismos y a reconocer a los demás; perciban que las normas que representan un deber son también la garantía de sus derechos; sepan apreciar la igualdad y la justicia; alcancen a identificar el mal y adquieran la capacidad crítica suficiente como para eludir todo adoctrinamiento sectario.
Y así accedan a la adolescencia y a la juventud desarrollando destrezas en la resolución pacífica y positiva de los conflictos o aproximándose en edad temprana a los fundamentos del sistema democrático y al funcionamiento de sus instituciones. Resulta poco verosímil que la implantación de la ‘Educación para la ciudadanía’ adquiera tintes doctrinarios o propicie la introducción de valores ajenos o contrarios a la Declaración Universal de los Derechos Humanos o a los principios que consagra la Constitución. También por eso es aconsejable que la prevención moral o religiosa ante la nueva materia de enseñanza sea expresada, por quienes la mantengan, de forma mesurada y puntual.








