Educar sobre lo real

El Gobierno ha incluido la enseñanza de distintas formas de familia dentro de la nueva y controvertida asignatura de Educación para la Ciudadanía.
EL PAÍS – Editorial – 31-10-2006
Aunque al final ha cedido a las presiones de la Iglesia católica y sus colectivos educativos afines al suavizar el texto definitivo, sustituyendo la referencia a los «tipos de familia» por «la familia en la Constitución española», sigue incluyendo la enseñanza de que existen los núcleos familiares formados por matrimonios homosexuales, por un solo cónyuge o por parejas de hecho. Ni más ni menos es la realidad sancionada por la ley.
Por muchas quejas que suscite el texto por parte de los colectivos más conservadores, no sería razonable evitar que los adolescentes sepan que existe en nuestra sociedad una diversidad de opciones: el conocimiento es condición para la tolerancia y el respeto. Los padres de ideologías conservadoras son muy libres de enseñar a sus hijos que la homosexualidad es una «perversión» o una enfermedad, y que no hay más familia que la heterosexual; pero deben ser igualmente conscientes de que la escuela tiene obligación de informar de que se trata de una opción perfectamente legal asumida por muchos, con la que deben acostumbrarse a convivir quienes no la aceptan. La educación es la mejor medida de prevención contra la violencia o la discriminación. No es admisible ocultar por razones ideológicas o religiosas situaciones reguladas por ley al amparo de la Constitución, como los matrimonios gays. La legislación debe ponerse por delante de esto.
La inclusión en esta asignatura de referencias a la necesidad de que los alumnos aprendan a respetar la libertad de opción sexual es una de las aportaciones más novedosas. El combate a los prejuicios y las actitudes tanto homófobas como sexistas o racistas debe hacerse desde la escuela. El hecho de que se imparta como una asignatura concreta y no dentro de otras materias, como historia o filosofía (como ocurre ahora con la enseñanza de otros valores, como educación para la paz o medioambiental), aporta una mayor garantía de que se va a dedicar un tiempo específico a tratar estas cuestiones. La defensa de un modelo determinado de familia, como hace la Iglesia católica o los centros concertados religiosos, no puede privar a ningún alumno del conocimiento de las realidades sociales diversas que existen, de su libertad para elegir la que prefiera y del respeto a los que escojan otras distintas.
Buenos días, acabo de tener acceso a este interesante artículo de opinión sobre la inclusión en la asignatura de educación para la ciudadanía de referencias a los llamados modelos de familia.
Soy educadora en secundaria y en la unviersidad. Desde mi experiencia docente, especialmente con adolescentes, voy a intentar aportar, siquiera como esbozo, algún motivo por el que, a mi juicio, el tratamiento aséotico de estas cuestiones como materia de estudio, se sale del ámbito de la «ciudadanía» y supone una imposición desde «arriba», al margen de la voluntad de los padres, de una determinada manera de entender el mundo, respetable desde luego, pero sólo en la medida en que cualquier persona merece respeto, cuestionable, sin duda, partiendo de la base simple y sencilla que constata cualquier persona: no hay, ni muchísimo menos, consenso ni ético, ni siquiera jurídico, en el reconocimiento «legal» de esos supuestos modelos de familia.
No es la primera vez en la historia, ni será la última, que el legislador «legisla» y «legisla mal». Nadie podrá obligarme, ni a mí ni a nadie, a que reconozca como legítima ley aquello que considero cuestionable desde el punto de vista de la convenciencia social. Y de eso se trata en los supuestos modelos de familia. Ningún gobierno puede cargarse la libertad de ideología de los padres imponiendo el «reconocmiento constitucional» de una forma de vida que contradice el modo de entender el mundo de una buena parte de los españoles. Porque con esa imposición el gobernante se abroga atributos cuasi-divinos convirtiendo en sacrosanto y bueno lo legislado según el «Santo procedimiento democrático». Que no, señores, que yo no quiero obedecer a alguien que se erige en dios cuando no lo es, ni muchísimo menos, y muestra tener más poca memoria histórica y cultural que un mosquito, que es, a la sazón, en la categoria de la vida animal, el más ínfimo de los mismos.
Ni es nuevo ese modelo de familia, viene de lejos, ni ha resultado positivo para la familia humana, y yo, como docente, no voy a explicar a mis alumnos esas sandeces llenas de eufemismos disfrazados de «tolerantes» principios; les enseñaré, sencillamente, lo que sus padres y el sentido común de la mayoría de las personas quiere que les enseñe: el ámbito natural y óptimo para el desarrollo y crecimiento de las personas es la familia entendida como la entiende la «gente normal»: un padre, una madre, y unos hijos. Así de claro.