EL CIUDADANO SE HACE

Antonio Aramayona (*) / El Periodico de Aragón
Los próximos 25 y 26 de enero, va a celebrarse la Jornada ¿Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Una asignatura para la escuela del siglo XXI?, organizada por la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón (FAPAR) y la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (CEAPA).
Intervienen en la Jornada personas relevantes, como Gregorio Peces Barba y Victoria Camps, pero quizá alguno se pregunte si merece aún la pena, tras tanta polémica y controversia habidas en el pasado reciente, volver a darle vueltas a esa asignatura.
Aunque parezca un tópico, un país sin educación, sin verdadera educación, está carente de espíritu, de alma, de horizonte, incluso de futuro. Y un país sin ciudadanos, sin verdaderos ciudadanos, es decir, sin personas ilustradas, críticas, libres, autónomas y con criterio propio, es un país mermado, abocado a consumir, a vegetar y a atenerse a lo que dicten desde arriba.
Educar para la ciudadanía es formar ciudadanos, lo cual, además de una necesidad, es también una apuesta: en la historia de nuestro país apenas penetraron en su tiempo la Ilustración, el Renacimiento, el Humanismo o las revoluciones industriales y técnicas, y durante siglos hemos sido simples súbditos, sin libertades, sin librepensamiento, sin derechos cívicos. De ahí que educar para la ciudadanía sea también una celebración: la historia de España la deben escribir de su puño y letra los propios ciudadanos, sin tabúes, jerarquías, dogmas e imposiciones de nadie.
El ciudadano no nace, se hace. Para ello necesita de los demás, de su entorno social y cultural donde le ha tocado existir. Dentro de ese proceso, la escuela es un elemento fundamental de formación. En ella aprende también a abrir los ojos al mundo, a los significados que ha de hallar e inocular en el mundo. La escuela debe contribuir a que cada uno vaya aprendiendo a descubrir su camino, su horizonte, su dedicación profesional, los rasgos específicos que lo identifican como persona, como ciudadano.
El ciudadano no nace, se hace. Los valores cívicos primordiales y los derechos humanos fundamentales han de aprenderse, contrastarse, debatirse, interiorizarse, validarse. El proceso por el que la mente humana se hace autocrítica, culta, autónoma, libre y solidaria constituye el objetivo esencial de la escuela, también la más relevante de las asignaturas escolares. En otras palabras, la escuela ha de ser un vehículo esencial para formar personas, ciudadanos. De ahí la importancia de la asignatura Educación para la Ciudadanía.
Sin embargo, como la escuela no es un concepto abstracto ni la asignatura es un proyecto ideal, al margen de la realidad, la relevancia de la asignatura puede diluirse como un azucarillo en el café si, como está sucediendo ya en muchos centros escolares, se imparte casi siempre a última hora de la jornada, cuando el alumnado está muy cansado y piensa más en salir del instituto que en otra cosa. Los centros educativos deberían mimar con exquisitez esa asignatura, pero mientras en las mentes de quienes la concretan o imparten permanezca la idea de que se trata de una ¿maría?, la asignatura correrá el riesgo de no conseguir sus objetivos.
Por otro lado, la asignatura Educación para la Ciudadanía no debe transmitir solo datos ni evaluar solo conocimientos, sino que debe formar parte del entramado vital del alumno: afecta a su vida, en ella le va su vida. Una clase de Educación para la Ciudadanía ha de ser viva, dinámica, participativa, o no será nada. Un libro de texto (los hay magníficos) puede ser un buen auxiliar, pero si sustituye a ese ir descubriendo individualmente y en grupo la dimensión social y ciudadana de la vida, será solo un mueble más dentro del aula.
Por mucho que desde determinados sectores haya sido tildada de adoctrinamiento, Educación para la Ciudadanía solo se basa en los principios democráticos, en los derechos básicos del ser humano, en sus obligaciones éticas y sociales, en las instituciones que lo conforman como ciudadano de un país y ciudadano del mundo, en las leyes convenidas y aprobadas por los órganos de representación democrática. Esta asignatura está en las antípodas mismas del adoctrinamiento: incita y alienta al conocimiento abierto de todo y de todos, a los derechos universales, a la participación ciudadana, a la libre elección del grado y los modos de compromiso solidario con la sociedad y con el mundo. Es también una vía de pensamiento libre y liberado, es una apuesta por que España se libere de una vez de todos los adoctrinamientos. Más allá de los posicionamientos políticos en el que algunos sectores quieren situarla, Educación para la Ciudadanía es el nacimiento formal de un aprendizaje real de la convivencia democrática, de la convivencia ciudadana.
(*) Profesor de Filosofía