El colegio Tomás Alvira, el centro público más antiguo, prepara su centenario
Alumnos y maestros de la que nació como Escuela de Montemolín en 1907 compartirán recuerdos en enero con la comunidad educativa.
ELENA PUéRTOLAS. Zaragoza | Heraldo
«Mil veces ciento, cien mil / mil veces mil, un millón». Es la lección que coreaban los niños del poema de Antonio Machado «Recuerdo infantil». Los alumnos del colegio Tomás Alvira de Zaragoza ya se han aprendido muy bien el número cien, que son los años que cumplirá en enero su escuela, el centro público más antiguo de la capital aragonesa que hoy sigue activo. Son cien años de multiplicaciones cuyo resultado se podrá conocer en los actos de celebración del centenario, que prepara el centro para finales de enero de 2007. Entonces, se cumplirá un siglo desde que se inauguró la escuela, seguramente, «en una tarde parda y fría de invierno», como escribió el poeta coetáneo. «Los colegiales estudian. Monotonía de lluvia tras los cristales».
En los actos de celebración estará Flora Palacio, de 93 años, que fue alumna de la Escuela de Montemolín, como se llamó al principio. Nunca había regresado al centro para volver a ver su escuela, pero hace dos días fue acompañada de sus hijas y su nieta. Tras los cristales, de los mismos grandes ventanales de su infancia, miraba el recreo desde un espacio prohibido: la que fue la clase de los chicos. Estaba en el centro de la calle Numancia, convertido ahora en una delegación del Centro de Educación de Adultos Casa del Canal, donde se enseña fundamentalmente español para inmigrantes.
Muchos de los actuales alumnos del colegio público Tomás Alvira no conocerán las aulas que recuerda Flora, puesto que se trasladaron, desde ese antiguo edificio al nuevo, situado en el pasaje de Las Cigüeñas. Pero ahora sabrán que su colegio fue la Escuela de Montemolín, al principio unitaria y rural, y conocida popularmente como Escuela del Matadero. Desde 1928, tiene la actual denominación, Tomás Alvira, en honor del que fuera uno de sus maestros, destacado precursor de movimientos de renovación pedagógica que fue también teniente de alcalde de Zaragoza hasta que falleció en 1927.
ésta, la historia de ese edificio de ladrillo, diseñado por Ricardo Magdalena, que nació rodeado de huertas, y las de tantos y tantos alumnos y maestros que han pasado por sus aulas se revivirán en los actos de celebración del centenario, entre los que destacará la publicación del libro «Memorias de un joven centenario», escrito por María Dolores Tolosa, profesora del centro desde hace casi 30 años. Pero también habrá exposiciones, conferencias y otros actos lúdicos.
En esta obra, que editará el Centro del Libro de Aragón, el colegio habla en primera persona para contar su historia novelada que tiene destacados protagonistas: la alumna Flora Palacio, así como maestros que impartieron clase hace muchos años. Pero entre todos estos testimonios, se intercala la documentación de la creación del centro conservada en los archivos municipales. Tras una laguna durante la etapa de la Guerra Civil, época en la que algunos maestros fueron purgados, se vuelve a retomar la historia. Luces y sombras. Momentos entrañables y la dura lucha para conseguir las nuevas instalaciones en los años 90, década en la que la autora fue directora.
El paso del tiempo ha traído nuevos métodos de enseñanza que contrastan con los de aquella escuela de principios del siglo XX con aulas separadas para chicos y chicas en la planta calle, bajo las viviendas de los maestros, que más tarde se convirtieron en más espacios educativos. «La enseñanza ha dado un giro completo», señala Tolosa. Pero en los recreos se sigue jugando al corro o a pillar. El colegio, cien años después, sigue joven.