El huracán PISA llega a la universidad
El próximo objetivo: una evaluación internacional de los conocimientos de los futuros licenciados
EL PAÍS / J. A. AUNIÓN – Madrid – Los conocimientos y habilidades de los futuros licenciados son el próximo objetivo de la OCDE. El Informe PISA, que cada tres años sacude la opinión pública de más de medio centenar de países al evaluar las habilidades de sus alumnos de 15 años en matemáticas, lectura y ciencias, desembarca en la universidad. España está dispuesta a participar en él. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) está preparando una evaluación internacional para comparar las capacidades (qué saben hacer con los conocimientos adquiridos) de los universitarios que están a punto de terminar la carrera.
España ya se ha ofrecido para participar en el estudio piloto
La idea es hacer una prueba escrita, «con respuestas extensas», no sólo tipo test, que midan «el pensamiento crítico y las capacidades de resolución de problemas necesarios para tener éxito académicamente y en el mundo laboral», además de las cuestiones concretas sobre el área de conocimiento que se esté estudiando, explican los documentos del proyecto y uno de sus responsables, Richard Yelland.
La evaluación tendrá que ser por áreas específicas, asegura Miguel Ángel Quintanilla, secretario de Estado de Universidades, ya que las carreras universitarias son muy distintas entre sí, a diferencia de lo que aprenden los chavales de 15 años en todo el mundo. Lo único que por el momento puede adelantar Yelland es que para este tipo de informe será necesario desarrollar «nuevos instrumentos de evaluación».
Hasta ahora, las comparaciones internacionales de universidades, las clasificaciones, se han basado en los resultados en el campo de la investigación (las publicaciones) o en medidas como la inversión, los medios, o el porcentaje de alumnos extranjeros que es capaz de atraer un campus. ésta será la primera vez que se intente comparar la calidad de la enseñanza, es decir, lo que aprenden los alumnos durante la carrera. Si los resultados del estudio de viabilidad, que se harán entre este año y el próximo, son buenos, el PISA de universidades podría salir a la luz dentro de cinco años, explica Yelland.
La tarea se presenta complicada, por la heterogeneidad de las enseñanzas superiores y de las universidades de cada país, pero España ya se ha ofrecido para participar en ese estudio de viabilidad que se hará en cuatro, cinco o seis países, asegura Miguel Ángel Quintanilla, aunque la OCDE aún no ha decidido en cuáles. Ese estudio piloto dirá si «es posible» hacer la comparación que pretenden, asegura Yelland. El proyecto aún no se ha lanzado oficialmente, pero ya se ha presentado a los países de la OCDE (los más desarrollados del mundo).
Buena parte del éxito de esta empresa dependerá de la colaboración y el entusiasmo con el que las universidades reciban una evaluación internacional que, en el caso de los alumnos de 15 años, ha dejado a España en un lugar mediocre (el último, presentado en diciembre, marcó un enorme retroceso en la capacidad lectora de los alumnos) y ha provocado un auténtico terremoto en el sector educativo. De hecho, la agitación no sólo sacude España. «Reino Unido cae en picado en el ranking mundial de matemáticas y lectura», tituló el diario británico The Guardian. Muchos expertos se han quejado de que este informe se reduzca a una clasificación de países, incluido Andreas Schleicher, el responsable de PISA, que asegura que el mayor valor del estudio «es que nos muestra que hay soluciones incluso para los mayores retos educativos».
De este modo, un impacto similar, para bien y para mal, cabe esperar de un PISA de universidades. De esto son conscientes tanto los impulsores del proyecto como los países que lo están apoyando: Australia, Corea, Japón, México, Holanda, Noruega, España, Suecia y Estados Unidos. Así, los 19 estados que se reunieron en Tokio recientemente para tratar el proyecto dejaron claro que había que asegurar que el método que se utilice para la evaluación sea el mejor posible, pero que como el estudio piloto no puede reflejar todos los aspectos del aprendizaje, tendrá «que tener en cuenta el contexto histórico, lingüístico y cultural, y las diferencias existentes entre países del currículo, la duración de los estudios y las tasas de acceso» a la universidad.
Pero, a pesar de todas las prevenciones, «hay, en general, un gran interés en detectar las mejores prácticas», asegura Quintanilla, que asistió al encuentro en Japón. «Estoy seguro de que hay muchas universidades españolas dispuestas a participar», añade. Los países reunidos en Tokio también estuvieron de acuerdo en la necesidad de buscar las mejores herramientas para evaluar la calidad de las universidades, para «vincular los resultados» con «incentivos», incluidos «los fondos adicionales», dicen las conclusiones de la reunión.
Cuánto saben los adultos
Lo que aprenden los alumnos, tanto en el instituto como en la universidad, es clave para un país. Pero, sobre todo, lo es su resultado general, es decir, cuánto sabe y cómo lo pone en práctica cada uno de sus habitantes. Así, en su afán por medir y comparar, la OCDE también tiene en marcha un proyecto para evaluar las competencias básicas de la población adulta en edad de trabajar, es decir, entre 16 y 64 años. También buscan medir el impacto de esos conocimientos sobre la economía y la sociedad.La idea inicial es hacer una prueba de lectoescritura, aritmética o resolución de problemas, y otra sobre algunas capacidades en el lugar de trabajo. También tendrán en cuenta el contexto social, el nivel de formación o la procedencia de cada persona. Entre 4.000 y 5.000 personas en cada país realizarían la prueba.Lo que se pretende medir, al estilo de los informes PISA, «no son tanto los conocimientos, sino si se saben aplicar a situaciones concretas, nuevas», explica el director del Instituto de Evaluación de España, Enrique Roca. Pero el proyecto está encontrando algunos obstáculos, añade, ya que los países no quieren comprometerse a participar sin tener antes muy bien definido en qué va a consistir, pero tampoco se puede definir del todo sin empezar a hacer pruebas. «No se trata de un estudio típicamente educativo, requiere la colaboración de los ministerios de Trabajo y los institutos de estadística, que son los que tienen la capacidad y la experiencia para hacer un estudio tan complejo», concluye Roca.