El informe PISA: un toque de atención
EL PAÍS / RAFAEL FEITO
Pese a los complacientes mensajes de nuestras autoridades educativas ministeriales («Estamos cerca de la media y en el lugar que nos corresponde») tras el último informe PISA, su coordinador, Andreas Schleicher, dice que «es incuestionable que los alumnos españoles quedan muy atrasados respecto a los países con mejores resultados de la OCDE» (
Si bien es cierto que nuestro sistema educativo está lejos de ser un desastre y que mucho ha avanzado desde el inicio de la democracia, habría que adoptar medidas drásticas si queremos salir de la mediocridad en la evaluación de ciencias y de la bochornosa bajada en comprensión lectora. El sistema educativo lo que hace es privilegiar a los ya privilegiados educativamente. Por eso, en aquellos países cuyos padres y madres del alumnado tienen mayor nivel educativo se obtienen sistemáticamente mejores resultados. Lo malo de este tipo de explicación es que a veces conduce a pensar que la única opción sensata es esperar a que los futuros
A esto se añade la contundencia empírica de que los informes PISA han detectado una gran estabilidad en sus seis años de existencia. Sin embargo, esto no quiere decir que las cosas no puedan cambiar. De hecho, Finlandia, el país líder en estos informes, era de lo más mediocre en los años ochenta -no existía el PISA pero había evaluaciones internacionales de matemáticas-. A lo largo de los noventa Finlandia optó por un sistema educativo comprehensivo e integrador -se puede ver más en el excelente artículo de Javier Melgarejo en el número extraordinario de Revista de Educación de 2006-. Polonia es otro ejemplo de país que, sin ser tan exitoso como Finlandia, ha optado por evitar segregaciones escolares tempranas avanzando considerablemente entre el informe de 2000 y el de 2003. Nuestros pésimos resultados en comprensión lectora -corroborados en el estudio internacional PIRLS con alumnos de nueve años- son fácilmente comprensibles en una escuela, especialmente la secundaria, que rara vez va más allá del libro de texto -el cual ni siquiera se llega a leer en su totalidad- y de la cultura (sic) de los apuntes. Tenemos bibliotecas escolares -muchas de ellas excelentes- y escasas bibliotecas públicas, por regla general, todas ellas infrautilizadas. ¿Para qué leer si todo está ya en los apuntes, si no se incentiva la actitud investigadora, si no se promueven dentro del aula escenarios deliberativos en los que intercambiar opiniones informadas? Como mucho se leen libros en la asignatura de Lengua, lecturas más bien orientadas hacia la reverencia por la literatura culta que hacia la creación de un público lector consumidor de libros. La prensa escrita apenas se utiliza en nuestra docencia y así nos va tanto a la ciudadanía como al estudiantado. No es extraño que más de un profesor, al ver las preguntas del PISA, considere que obtenemos muy buenos resultados teniendo en cuenta el cómo y el qué se enseña.