El nuevo Bachillerato de la discordia
ABC / MILAGROS ASENJO /
La propuesta del nuevo Bachillerato ha hecho saltar las alarmas en los centros de Educación Secundaria.
La proliferación de asignaturas y la posibilidad de que los alumnos con casi la mitad de las materias de primero suspensas (45 por ciento) no repitan curso, sino únicamente se matriculen de las pendientes y de algunas de segundo, puede llevar «el caos organizativo» a los colegios e institutos. Algunos consideran que la propuesta puede contribuir al «debilitamiento» del Bachillerato. Otros, la tachan de «irrealizable» si no va acompañada de medios suficientes. Con carácter general, los directores de institutos (IES) y colegios que imparten este nivel de la enseñanza no obligatoria lamentan no haber sido consultados por el Ministerio de Educación sobre las novedades que se pretendían introducir. Entienden que su experiencia debería tenerse en cuenta en tan importante decisión. Todos coinciden en que los centros pequeños tendrán mayores dificultades que los grandes para implantar el modelo, si finalmente prospera la idea del Ministerio. Además, la configuración definitiva y práctica del modelo queda en manos de las autonomías y de los centros.
«Difícil de aplicar»
La ministra de Educación, Mercedes Cabrera, piensa que su propuesta es «acorde» con la Ley Orgánica de Educación (LOE) y que ha sido «meditada» y tiene «razón de ser». Cabrera justifica las modificaciones en que son «necesarias» para alcanzar los objetivos de Lisboa, que fijan en un 80% el porcentaje de alumnos que en 2010 lograrán el título de Secundaria postobligatoria. Sin embargo, no todos coinciden plenamente con la ministra. La iniciativa de lo que en ciertos ámbitos se denomina «curso puente» es recibida, cuando menos, como un serio peligro para la calidad de la enseñanza.
Así, Tomás Alonso, director del IES Francisco Tomás y Valiente de Madrid, no descarta la posibilidad de que con este Bachillerato más flexible «se busque aumentar el número de titulados», ya que todavía estamos alejados de la media europea y del objetivo marcado en la Cumbre de Lisboa, según el cual en 2010 el porcentaje de la población que logre el título debe llegar al 80 por ciento. Alonso, que no duda de la buena intención del Ministerio, advierte de que la iniciativa es «difícil de aplicar» porque exige una «gran disponibilidad de recursos humanos y de medios materiales». Explica que las combinaciones de alumnos con materias pendientes de primero pueden ser múltiples. «¿Cómo se van a articular los horarios para que puedan asistir a clase de las asignaturas de primero y de segundo?», se pregunta, al tiempo que alerta sobre la complejidad de la elección de las asignaturas de segundo, ya que algunas de primero son «materias llave» que cierran el paso a otras similares del curso superior. Los centros conforman los grupos de acuerdo con las modalidades que imparten y con las optativas. Conjugar todo «constituye un laberinto».
Andrés de la Cal dirige el colegio concertado Santísima Trinidad de Alcorcón (Madrid), donde estudian 800 alumnos. Resta dramatismo a la medida y coincide con quienes califican la propuesta de «difícil aplicación» y con los que ven en ella el germen de «grandes complicaciones horarias y de dificultades organizativas». De la Cal sostiene que el modelo propuesto no acude en ayuda de los más débiles, ya que el verdadero problema está en 2º curso, que los alumnos «hasta tripiten». En conjunto, «el Bachillerato es muy pobre —asegura— y no tiene parangón en ningún país de nuestro entorno». Ante la eventualidad de un Bachillerato de tres años, asegura que esa posibilidad se ha descartado y apuesta por hacer de 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) un curso de orientación o «pre-Bachillerato». En cuanto a la nueva organización de este nivel, opina que el proyecto de decreto apenas contiene novedades porque la propia LOE ya establece tres modalidades (Ciencias, Letras y Artes). Entiende que, debido a la complicación curricular, que exige gran cantidad de recursos, pocos centros ofrecerán el Bachillerato en Artes. Política y pragmática Desde el ámbito pedagógico, la iniciativa encuentra serias objeciones.
Valentín Martínez Otero es pedagogo y psicólogo y desempeña su tarea docente en la Universidad Complutense. «En la vertiente positiva —dice— es muy probable que la medida incremente el número de alumnos que superan el Bachillerato, pero no podemos decir lo mismo de la mejora de la calidad educativa». Y es que, en su opinión, «estamos en realidad ante una propuesta más política y pragmática que pedagógica», cuya meta principal es cumplir con el objetivo de la Cumbre de Lisboa. Este experto atisba también una vertiente negativa. «Cabe esperar —señala— que, al aumentar la relajación del alumnado, disminuya su compromiso académico y se produzca una mayor debilitación del Bachillerato y de su formación». Nuestros escolares no ocupan los mejores lugares en los listados internacionales que reflejan su deficiente preparación. «Nos encontramos —dice Otero— con una endeble situación escolar advertida en la Enseñanza Primaria, particularmente llamativa en la ESO y que se deja sentir en el Bachillerato y en la Universidad». En este escenario, la propuesta del Ministerio, «lejos de solucionar el problema educativo —comenta—, se limita a parchearlo, si es que no lo acrecienta». La argumentación del profesor de la Complutense concluye en que todos, «si se aprueba la propuesta tal como se ha formulado, asistiremos a un recorte todavía mayor de la educación».
Por su parte, la catedrática de la UNED Carmen Jiménez se muestra más confiada. «Aparentemente —señala—, la propuesta no cuadra en nuestra tradición educativa aunque el sistema ha aguantado innovaciones similares». Justifica el nuevo modelo en una política de «equidad y justicia», pero pretexta que España debe conjugar equidad y excelencia si quiere ser competitiva. «Si el erario público resiste hay que aceptar esta o similar medida si queremos avanzar en la cola europea».
El decano de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, Huberto Marraut, ve en la iniciativa un parangón con el modelo universitario que permite arrastrar asignaturas de varios cursos. Además, lo interpreta como una fórmula para «bajar el fracaso escolar». Su experiencia le dice que este sistema «complica la organización académica», porque «se trabaja con grandes grupos desiguales». En cuanto a sus efectos académicos, no cree que necesariamente vaya a bajar el nivel, «depende de cómo se haga». No obstante, opina que el problema de los alumnos es «más de madurez que de conocimientos» y advierte de que «en la práctica, nos podemos encontrar con tres cursos». El Bachillerato se compone de materias comunes, que son obligatorias para las tres modalidades (Ciencias, Letras y Artes), de modalidad y optativas. éstas son fijadas por las comunidades autónomas. La elección de las materias también ha creado malestar en los sectores que no se han visto reflejados en el listado.
Es el caso de los profesores de Informática. Su portavoz, Ramón Román, reclama una signatura de Informática «optativa de oferta obligada, con carácter instrumental» para todos los alumnos de primero y otra de modalidad en segundo para la vía de Ciencia y Tecnología en segundo curso.