El porcentaje de abandono escolar de los chicos casi duplica al de las chicas

Las alumnas obtienen mejores resultados porque maduran antes que sus compañeros y son más constantes
P.CIRIA. Zaragoza. HERALDO DE A. 18/11/08
zaragoza. El fracaso escolar sí entiende de sexos. La tasa de chicos que abandonan sus estudios es casi el doble que la de chicas. Las estadísticas oficiales señalan que un 36,8% de los estudiantes hombres dejan de estudiar cuando terminan la enseñanza obligatoria -a los 16 años-, muchos de ellos sin obtener el título más básico, el de la ESO. Esa cifra baja a un 20,2% en el caso de las alumnas.
Las diferencias entre sexos se notan también en el rendimiento que demuestran los jóvenes en las clases. Las aragonesas repiten menos que los hombres, tal y como indica la tasa de idoneidad, es decir, el porcentaje de alumnos que está escolarizado en el curso que le corresponde por su edad. Según este indicador -obtenido con datos del Instituto Aragonés de Estadística-, en una clase de pequeños de 8 años, el 91,64% de los chicos no ha repetido. En el caso de las chicas, el porcentaje asciende al 93,37%. Si se sube de nivel y se analiza un aula de 3º de ESO (estudiantes de 15 años), se ve que hay un 65,20% de alumnas que han llegado sin problema, mientras que en el caso de los chicos, lo han hecho solo un 52,38%.
«Las cifras de éxito escolar y permanencia en el sistema educativo son sensiblemente mejores en las chicas en todos los tramos, edades y circunstancias», explica Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, jefe del departamento de Orientación del IES Tiempos Modernos y autor de un artículo que analiza la diferencia de sexos en el fracaso y abandono escolar.
¿A qué se deben estas diferencias? Los expertos coinciden en que las chicas alcanzan la madurez cerebral antes que los chicos, lo que ayuda a que se centren en los estudios. Además, las chicas poseen más empatía, tienen más perseverancia, constancia para hacer tareas poco agradables y más habilidades verbales, algo que les permite adaptarse mejor al mundo escolar. Por contra, los chicos controlan peor sus emociones, toleran menos la frustración y no poseen tanta capacidad para demorar la recompensa. «Sin duda alguna, el diferente desarrollo de determinadas zonas cerebrales y la influencia de estímulos externos está haciendo que cada vez sea más considerable el diferente rendimiento escolar», señala Planas en su análisis.
Las alumnas suelen tener un grado mayor de responsabilidad y se preocupan más por su futuro que sus compañeros, que además, cuentan con otro factor en contra: son más propensos a convertirse en adictos a las nuevas tecnologías, así como al alcoholismo o la drogadicción en general. «Está demostrado que el consumo de estas sustancias favorece determinados trastornos como la desatención y la hiperactividad», argumenta el estudio.
A esto se suma que el modelo social que prima el éxito económico rápido desincentiva el esfuerzo intelectual a medio y largo plazo y provoca un mayor abandono escolar entre los alumnos varones.
Esto se debe a que resulta más atractiva para ellos la posibilidad de un primer salario que la rutina del centro escolar. Las chicas, por su parte, tienen una conciencia mayor de que los estudios les permitirán una mayor independencia económica y acceder a puestos en la sociedad que hace no mucho tiempo tenían vedados.
Muchas clases extraescolares
Como causa del fracaso escolar, esta vez en ambos sexos, el informe destaca el excesivo tiempo que se dedica en ocasiones a las actividades extraescolares, sobre todo a las deportivas de alta competición que requieren entrenamientos, partidos los fines de semana, desplazamientos… «Estas actividades realizadas de forma compulsiva y competitiva pueden llegar a ser contraproducentes. Pueden estar detrayendo el tiempo necesario que se debe dedicar a tareas escolares, juegos y relaciones interpersonales», señala el estudio.
Para evitar este tipo de soluciones y frenar las altas cifras de abandono escolar en todas las etapas educativas «se requiere un cambio profundo en la metodología docente, en la orientación educativa, en la formación del profesorado, en los currículos educativos y en los espacios y tiempos escolares», concluye Planas.