El racismo en las escuelas se ceba con los musulmanes
Un estudio revela que los gitanos ya no son los más rechazados entre los alumnos
M. RUIZ DEL ÁRBOL – Madrid – El País. 08/12/2008
Lápices sobre la mesa del aula de acogida de un colegio de Barcelona– CARLES RIBAS
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El rechazo a los latinos es el que más ha crecido, del 15% a un 24,7%
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Los resultados de 2008 muestran que la xenofobia visceral se ha reducido
Los resultados de 2008 revelan que ese racismo visceral se ha reducido. Mientras que en 2002 un 48,6% de los chavales afirmaron que echarían a los marroquíes de España, seis años después la cifra se ha reducido al 39,1%. En otras preguntas, la islamofobia se mantiene: el año del 11-S, el 23,7% afirmó que le molestaría tener a un marroquí como compañero de clase, y en 2008 respondió lo mismo el 23,1%.
El 11-M
Lo sorprendente es que, cuando dos años después del 11-S, el terrorismo islamista azotó la capital de España, el 11 de marzo de 2004, los niños no respondieron con más odio. La fobia no creció e incluso se rebajó algunos puntos. «Sucedió gracias a una pedagogía muy eficaz. Tanto en las manifestaciones como en los medios de comunicación se creó un discurso correcto: ‘Terroristas no / inmigrantes sí’. Un discurso del que, además, ya había un antecedente en España: ‘Vascos sí, ETA no’. La disociación entre terroristas e inmigrantes ha dado sus frutos positivos». Abdennur Prado (jefe de la comunidad musulmana de Cataluña) asegura que el crecimiento del rechazo hacia los musulmanes «es una bola». «Si no se hace algo para evitarlo va a estallar. Es necesario seguir las recomendaciones de la Unión Europea, que ha aconsejado realizar campañas entre menores y mayores para prevenir la islamofobia».
Los gitanos son ahora los segundos más repudiados. Durante cinco siglos han sido el grupo que sufría más y «pese a ser españoles, también han padecido el auge del rechazo en el mismo paquete imaginario de los inmigrantes», asegura Calvo Buezas. Aunque la xenofobia contra ellos ha decrecido, siguen manteniéndose niveles muy altos de recelo. En 2002, un 32% de los niños respondió que echaría de España a los gitanos (frente a un 48,6% que echaría a los marroquíes). En 2004 respondieron que les expulsarían el 29,5%, y en 2008 el 27,4%.
Mónica Chamorro González, responsable del área de educación de la Fundación Secretariado Gitano, asegura que, en general, sí han notado que el rechazo hacia los gitanos ha disminuido. Aunque puntualiza: «Es un dato que varía mucho entre los distintos barrios y colegios». Aun así, opina que el hecho de «que haya crecido el racismo hacia los musulmanes no significa necesariamente que haya menos rechazo hacia los gitanos. Hay mucho trabajo por hacer. Muchas veces, como los gitanos tienen un nivel más bajo a consecuencia de su elevado absentismo escolar, se les mete en las clases de educación compensatoria sin hacerles ningún examen previo. Esa actitud es un error porque su permanencia en grupos segregados continúa estigmatizándoles».
El rechazo a los latinoamericanos es el que más ha crecido: de un 15% de adolescentes que les echaría de España en 2002, a un 24,7% en 2008. En 1986, el primer año que se hizo la encuesta, tan sólo un 4,2% quería expulsarles. La animadversión hacia ellos ha crecido en 2008 en todos los indicadores: casarse con un latino, compartir pupitre con uno de ellos, echarles del país… «Los que antiguamente veíamos como nuestros hermanos latinos hoy ocupan el tercer puesto del rechazo, detrás de los marroquíes y de los gitanos. El amor romántico y fraternal de antaño se ha roto», ratifica Calvo Buezas. Sin embargo, el profesor opina que «aún quedan brasas ardientes de similitud en la lengua, en la religión, en la historia y en la cultura que darán sus frutos positivos como el mayor mestizaje y la mayor adaptación de sus hijos».
Los latinos son el ejemplo de lo que está pasando con todos los grupos: cuando llegan los primeros colectivos, crece el racismo hacia ellos, pero luego el rechazo no aumenta exponencialmente conforme van llegando más inmigrantes. (Véase gráfico).
Después de los latinoamericanos, el rechazo a los asiáticos se mantiene. En 2002, un 25,8% les hubiera expulsado; en 2008, un 23%. «Siempre han ocupado niveles medios de xenofobia. Su variación, al alza o a la baja, suele coincidir con los niveles generales de rechazo a la inmigración». Los negros de África son los quintos en la ignominiosa clasificación. Ellos también han experimentado un notable aumento de la xenofobia desde la primera encuesta, hace ya 22 años. Entonces, un 4,2% les hubiera expulsado; en 2002, un 26,7%, y en 2008, un 21,6%. «En los primeros años no eran visibles y se tenía hacia ellos un sentimiento compasivo», asegura el antropólogo.
Los judíos ocupan un nivel de rechazo muy bajo (un 18,8%), sobre todo si comparamos este dato con los resultados que una encuesta internacional arrojaba sobre el sentimiento hacia los judíos entre los adultos. El trabajo, elaborado por el centro de investigación estadounidense Pew Center, reveló este año que eran los segundos más odiados. Según esa encuesta, el 52% de los españoles rechaza a los musulmanes y el 46% a los judíos.
Pero más allá de todo esto, el CEMIRA señala con preocupación que entre los escolares está creciendo «muy peligrosamente» una «estigmatización, criminalización y satanización» de los inmigrantes sin papeles, lo que responde al discurso reinante en los medios y en la calle, dicen las conclusiones de la encuesta. «Se están convirtiendo en chivos expiatorios y son etiquetados como apestados», asegura Calvo Buezas. Si en 1999 el 33,5% de los chavales afirmaba que todos los inmigrantes irregulares debían regresar a sus países, ahora lo dice el 52,8%. Esta agresividad contra los sin papeles se ve más claramente en las redacciones y en los dibujos que les piden a los alumnos al final del cuestionario. Un mayoritario 79,2% (frente a un 17,9%) opina que los inmigrantes regularizados tienen los mismos derechos que los españoles.
¿Estamos a tiempo de combatir el racismo y la xenofobia en los colegios? El profesor Calvo Buezas cree que sí, siempre que en las aulas se fomenten «los valores de hospitalidad y solidaridad». «Hay que tener en cuenta que el racista se hace, no nace. Pero también el solidario. Por eso tenemos que introducir valores nuevos sin descuidar los que ya teníamos», añade. El segundo punto clave, asegura, es la reciprocidad: «La solidaridad tiene que ser una carretera de doble vía para que esto funcione».