ESCUELA 2.0
Desde el Departamento de Educación, y a partir de 1999, con la asunción de las competencias en Educación, se han implantado en nuestras escuelas diversos programas para integrar las TIC en los centros educativos, como Ramón y Cajal y Pizarra Digital con la introducción progresiva de los tablets pc para uso individual de los alumnos de 5º y 6º de primaria. En estos años ha sido una demanda constante de las familias la implantación del programa en todos los centros públicos y su ampliación a los alumnos de secundaria. La incorporación de Aragón al programa Escuela 2.0 del Ministerio de Educación, ha posibilitado, entre otras cosas que, en nuestra comunidad los Centros y los alumnos de Secundaria puedan profundizar, con antelación a otras comunidades autónomas, en el proceso de integración y acercamiento a las TICs en el sistema educativo.
La decisión tomada en algunos Institutos de Educación Secundaria de no aceptar este programa, supondrá para muchos de sus alumnos la pérdida de la continuidad del programa que han venido desarrollando en primaria. La implantación progresiva de Escuela 2.0 permite el uso del ordenador a todos los alumnos de los cursos afectados y su aplicación en programas de apoyo para estos alumnos no está en ningún caso limitada.
Evidentemente, la Escuela 2.0 no es la solución a todos los problemas que hoy tenemos en Educación, pero contribuye de forma notable para aproximarnos a la Escuela del siglo XXI que necesitamos. La Educación está pidiendo un cambio en el sistema enseñanza-aprendizaje, y tanto el papel del alumno como el del profesor está cambiando. El primero, atendiendo a las competencias básicas, debe ser capaz de ser un usuario inteligente y crítico, y desarrollar el autoaprendizaje. El profesor ha de adaptarse a las nuevas necesidades y favorecer este proceso. La Escuela 2.0 necesariamente ha de suponer un cambio de metodología y un esfuerzo para todos. Pero también es una oportunidad y un reto que debemos afrontar con responsabilidad.
Es cierto que estamos en tiempos de crisis, pero la solución no es la eliminación de programas educativos. Hay que priorizar los gastos, aplicar criterios muy duros de eficacia y eficiencia en la inversión educativa pública y se hace imprescindible, eso sí, ser más rigurosos en el seguimiento y evaluación de los programas.
El gasto educativo ha de considerarse una inversión, inversión para el presente y para el futuro, una oportunidad para los ciudadanos y para la sociedad.