INCUMPLIMIENTO DE LA NORMATIVA DURANTE EL PERIODO DE PREINSCRIPCIÓN
El cobro de cuotas irregulares aún persiste en la escuela concertada• Uno de los 17 colegios visitados en Catalunya por este diario pide hasta 4.625 euros por escolarizar a un niño
• Varios centros solicitan aportaciones «voluntarias pero totalmente necesarias» a sus fundaciones
RAFA JULVE. BARCELONA . EL PERIÓDICO
Aportación al centro escolar: 107 euros. Donación a la fundación: 850 euros. Servicios generales: 140 euros… Aunque la Conselleria d’Educació prohíbe tajantemente que las escuelas concertadas reclamen pagos obligatorios por otros conceptos que no sean las actividades complementarias (la hora adicional de enseñanza que en los centros públicos se denomina sexta hora), varios colegios persisten en todo tipo de tretas para engrosar las cuotas que deben abonar los padres. Bien porque no avisan de la «voluntariedad» de algunas actividades o bien porque hacen creer a las familias que no tienen más remedio que abonarlo todo, algunas escuelas suman a las subvenciones del Govern ingentes cantidades, tal y como ha podido certificar este redactor de EL PERIÓDICO en visitas a 17 centros concertados con la supuesta intención de matricular a una niña de 3 años.
Aprovechando las jornadas de puertas abiertas y las entrevistas individualizadas organizadas antes de la preinscripción, que empezó ayer y acaba el 4 de abril, este padre principiante ha comprobado que la mayoría de los centros concertados abordan el «tema económico» de forma muy sucinta. Solo se trata después de someter a las familias a un cuestionario (¡cuánto pagarían por él las empresas de buzoneo!) y de haberles enseñado sus instalaciones en un recorrido de, al menos, una hora. Más de un visitante está anestesiado cuando se habla de dinero.
INTERROGATORIO
En el colegio L’Horitzó (Sarrià -Sant Gervasi), en el paseo de la Bonanova de Barcelona, el exhaustivo interrogatorio por el que debe pasar el padre (se le llega a preguntar dónde estudió y a qué se dedica) da paso a una breve explicación sobre qué le costará escolarizar allí a su hija. El «administrador» entrega al visitante un papelito con tres cifras escritas de su puño y letra: 4.625 euros, 3.100 euros y 152,50 eu-
ros. «La primera se refiere a lo que cuesta la escolarización desde marzo hasta el mismo mes del año siguiente. La segunda, 3.100 euros, es lo que tendría que pagar usted por su hija el primer año, ya que empezaría en septiembre. La tercera es la cuota mensual por el comedor».
«Perdone, L’Horitzó es una escuela concertada, ¿no?», le pregunta acto seguido el inexperto padre a la adjunta a la dirección. «Sí, sí –le responde, sin referirse nunca al tema económico–. Seguimos el proceso de matriculación que marca Educació, pero para este año ya solo nos quedan antes del periodo de preinscripción seis plazas».
El padre se marcha de L’Horitzó sin obtener ningún desglose por conceptos de los 4.625 euros de la factura –aclaración que tampoco consigue ni por e-mail ni por teléfono– y enfrente se encuentra con el colegio La Salle-Bonanova, donde un cartel anuncia una jornada de puertas abiertas para pocos días después. Decide acudir a la llamada, pero la visita solo le sirve para que una guía le apunte que la cuota mensual ronda «los 300 euros, comedor incluido». Menos mal que posteriormente una empleada de secretaría no tiene problema alguno en enviar por correo electrónico la descripción de gastos. En estos se incluyen, sin indicar que son voluntarios, los 88,80 euros mensuales de «ayuda al funcionamiento y mantenimiento del centro» y los 163,20 euros anuales por aspectos como el seguro de accidentes, el fondo de solidaridad y el servicio de orientación escolar.
LARGA LISTA
Igual de transparentes, al menos eso sí, se muestran en la escuela Sant Nicolau de Sabadell (Vallès Occidental), donde la administradora, en el gran comedor de la escuela habilitado para la charla informativa, enumera ante una treintena de familias una larga lista de pagos. De estos, el más sorprendente es la «aportación a la fundación» que deben abonar quienes inscriben por primera vez a sus hijos. Ni más ni menos que «850 euros» por lo que más de uno calificaría como una matrícula encubierta.
«Perdone, estas aportaciones a la fundación de 850 euros son voluntarias, ¿no?», le pregunta, alucinado, este padre. «Bueno, sí, todo es voluntario, pero totalmente necesario. Es lo que me toca decir, nosotros funcionamos así. Pero ya hablaremos de eso cuando venga a matricular a su hija», frunce el ceño la administradora mientras el resto de las familias asienten sin inmutarse. En todas las visitas, ningún padre protesta ni pregunta jamás por temas económicos; da la sensación de que todos asumen los pagos, sin plantearse si son obligatorios o voluntarios.
«Voluntario, pero totalmente necesario». La misma cantinela resuena en el Virolai Petit, en el distrito barcelonés de Grà cia. «Aparte de las mensualidades, hay una aportación a la fundación del centro de 350 euros la primera vez que el niño se inscribe en esta escuela… Es voluntaria, pero totalmente necesaria», explica una empleada mientras entrega un folio. En ese DIN A4 se indica el coste de las actividades complementarias (64 euros al mes) y de la «aportación para cubrir la diferencia entre el coste real y el calculado por la subvención»; es decir, otros «67,3 euros mensuales».
ACELERAR TRÁMITES
Los términos empleados por algunos centros concertados a la hora de reclamar cuotas añadidas son tan diferentes como los montantes que se llegan a exigir. En la escuela Augusta (Sarrià –
Sant Gervasi) no se pide dinero por la inscripción, pero sí una «aportación anual al fondo escolar» de 107 euros que «es obligatoria». En este caso, además, la directora aprovecha para apremiar a los interesados. «Esto de la preinscripción es muy lento y angustioso para los padres, quizá se podrían entregar a Educació las primeras solicitudes que recojamos», comenta. «Oiga, pero eso no va así, tienen las mismas posibilidades los que las entregan el primer día que los que lo hacen el último. ¿No hay un sorteo?», le replica una madre. «Es verdad, es verdad, pero esperemos no tener que hacerlo, y recuerden que no poner el centro en primera opción les hace perder posibilidades», contesta la responsable del centro.
En los Maristes La Immaculada (Eixample), en cambio, lo que se pide es una donación mensual a la Fundación Champagnat de 43,63 euros, una cuota que en el colegio Sant Josep Oriol (Eixample) se reduce a los 11 euros. «Esta donación a la fundación Escoles Parroquials es voluntaria. Lo que pasa es que somos una escuela pequeña y ese dinero nos sirve para arreglar cosas, mejorar las instalaciones…», aclara una empleada, cuyo colegio se enmarca en un numeroso grupo de centros en que las peticiones de fondos a los padres son mucho más mesuradas.
Es un caso parecido al de la escuela Closa (Nou Barris), donde la diferencia radica en que la factura no admite distinciones. «La mensualidad cuesta 94 euros por todas las actividades del centro, tanto para los que las usan todas como para los que no. Aquí funcionamos como en una comunidad de vecinos, el ascensor lo pagamos todos, los del quinto y los del primero», resume uno de los dos profesores encargados de mostrar las aulas.
Dos maestras son también las encargadas de explicar la idiosincrasia de la escuela Labouré (Ciutat Vella), Tras dos semanas de visitar colegios, el ya experimentado padre descubre en ese lugar dos novedades. La primera, que el número de alumnos inmigrantes matriculados allí se asemeja más a lo que puede encontrarse en la escuela pública. La segunda, que las actividades complementarias son gratuitas. Según la directora, cuestan cero euros gracias al concierto con Educació. Es decir, no tienen precio.
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EDITORIAL:
‘La responsabilidad del sistema educativo’
El sistema educativo de este país responde a unas circunstancias históricas determinadas que, en el periodo de la transición democrática, marcaron unas dinámicas de las que hoy todavía somos deudores. Con la Constitución, se estableció el derecho a una educación obligatoria y gratuita, garantizada por el Estado. Ante el reto de una escolarización universal, en plena crisis económica, con unos antecedentes de inversión paupérrimos y con la misión de poner al día (en recursos humanos, pedagógicos y materiales) las escuelas públicas, la Administración optó de manera progresiva por entronizar un doble sistema: las escuelas públicas y las concertadas, llamadas así como fruto del convenio (del concierto) gracias al cual el Estado amplía la garantía de escolarización con plazas que no genera directamente, y gracias al cual el sector privado está en condiciones de sobrevivir por las ayudas que recibe en forma de subvención.
En Catalunya, el proceso fue más intenso que en el resto de España, porque parte del sistema educativo se había fundamentado, en una larga tradición histórica y más allá de las confesionales, en escuelas de aliento laico y catalanista cuyo concierto vino a paliar el déficit de plazas ofrecidas por la Generalitat.
Allí donde debe centrarse la reflexión política y ciudadana es en la correcta utilización de los fondos públicos. En unos momentos de gran efervescencia sobre el modelo educativo, con problemas tan reales y delicados como el de la inmigración, los centros sostenidos de una u otra manera por la Administración han de poner sobre la mesa todo cuanto esté en su mano para garantizar criterios de solidaridad y esfuerzo colectivo. Ni la Administración debe considerar la concertación como una subcontratación empresarial a secas, ni hay derecho a que los centros concertados se evadan de las responsabilidades asumidas con subterfugios económicos (fundaciones, actividades extraescolares, aportaciones voluntarias) como las que hoy se publican en EL PERIÓDICO.
Una inspección eficaz, la denuncia de irregularidades, la definición de un mapa educativo estable, una mayor información de los derechos del ciudadano deben redundar en un estado más o menos ideal de las cosas: la confluencia de las dos redes en un único sistema público que abogue por una enseñanza de calidad, universal y con igualdad de oportunidades para todos.