La escuela no está adaptada al siglo XXI, sigue siendo una institución decimonónica
ENTREVISTA JAUME CARBONELL
«Ha calado el mensaje de que la educación se está deteriorando y eso es mentira»J. A. A. – Madrid – El País
Pregunta. ¿Hay realmente más violencia escolar que antes?
Respuesta. La realidad no puede esconderse: hay violencia escolar. Lo que ocurre es que los titulares son muy llamativos, se prestan a sensacionalismo. Pero a veces da la sensación de que antes no había violencia, y eso es falso. La violencia ha estado siempre, sólo que antes se manifestaba más en la calle, en el entorno infantil y adolescente, o en los centros de formación profesional. Ahora, en los institutos se escolariza al 100% de la población, con todo tipo de diversidades y problemas; es lógico que se concentre más ahí, porque antes estaba menos localizado.
P. ¿Cuáles son esos matices que en ocasiones faltan?
R. Los medios informan, pero también educan. Yo creo que hay que dar la información, el texto, pero también el contexto. Aunque el aula sea el escenario de la batalla, la causa puede estar en otro lugar. El periodismo debería explicar también por qué sucede lo que sucede.
P. Y en el caso de violencia, ¿por qué sucede lo que sucede?
R. Para empezar, la escuela no está adaptada, como institución, al siglo XXI. Aún es una escuela decimonónica, que no ha adaptado los tiempos, los objetivos, los contenidos, las formas de enseñar y aprender. Tienen una organización muy rígida, con institutos masificados, incluso el espacio físico no está adaptado.
P. Entonces, ¿es un problema de la escuela?
R. Hay causas propias de la institución escolar y otras externas. Los jóvenes no agreden espontáneamente, hay modelos sociales de referencia. Los políticos, cuando discuten, no son precisamente referentes estimulantes.
P. Usted también pide en el libro buenas noticias.
R. Los medios de comunicación no pueden obviar las malas noticias, pero deberían compensarlas con algunas buenas. Hay centros e institutos con programas de convivencia, de resolución de conflictos con alumnos como mediadores, pedagogías que se asientan en el diálogo.
P. Pero hay sectores que lo que piden es disciplina, no diálogo.
R. Hay otra confusión. Parece que el diálogo y el respeto llevan a la ciudad sin ley. Pero la disciplina también se construye a partir del diálogo. Hay una tentación de atajar todo esto sólo con medidas autoritarias y represivas. Control, más expulsiones, etcétera. Y ésta no es, sola, la vía.
P. Todos los sindicatos, de todos los signos, se han sumado a la campaña contra la violencia.
R. A mí me sorprendió que a las manifestaciones se hayan sumado todos sin matices. Yo creo que esto es oportunismo sindical (este mes se celebraban las elecciones sindicales). A veces, creo que los partidos políticos y cualquier otra organización social hacen concesiones para conseguir votos de una manera descarada.
P. También asegura en el libro que el contenido de las reformas legislativas no llega al público.
R. En el debate de las reformas se destaca demasiado el lenguaje del enfrentamiento político, sus mensajes. Por ejemplo, con la anterior Ley de Calidad del PP, lo que caló fue el mensaje de que todos los males de la enseñanza son culpa de la LOGSE. Yo he reconocido muchas deficiencias, pero es absurdo decir que es la causa del fracaso escolar o de la violencia. También caló que la educación se está deteriorando y eso es mentira.
P. ¿No es más bajo el nivel que antes?
R. No se puede comparar una educación secundaria a la que accedía una minoría con una que escolariza al 100%. Tendrían que compararse los mejores estudiantes de secundaria de antes con los de ahora, y no creo que ese segmento sea peor que antes. Es una trampa comparar un 10% con un 100%. Hay que ver qué entendemos por nivel. ¿Es saber muchas cosas memorizadas? ¿Desarrollar unas competencias? ¿Saber leer?
P. Entonces, ¿qué temas importantes no entran en el debate?
R. Saber, por ejemplo, qué debería enseñarse en la escuela obligatoria, cuál debería ser la renta cultural básica de un ciudadano de 2025. No se pueden hinchar más los currículos porque son exagerados, absurdos, no se asimilan. También los modos de enseñar y aprender. Yo creo que a los padres les interesa, porque ellos a su vez son enseñantes. Una de las claves de cualquier reforma es la relación de los padres con la escuela. A veces se pasan la pelota, muchos profesores dicen que las familias no asumen la educación de sus hijos, pero están condenados a entenderse, a colaborar.