La escuela no ve relevante el tuteo y pide un pacto para recuperar la autoridad
La propuesta del Defensor del Pueblo de desterrar el tuteo de las aulas para intentar recuperar la autoridad del profesorado es considerada por representantes del ámbito educativo una medida superflua si no va acompañada de otras y de un pacto social
La Vanguardía
La democratización de las aulas ha llevado aparejado un nuevo sistema de relaciones entre el profesorado y los alumnos. De la autoridad de otros tiempos, basada en un sentimiento de miedo por parte de los estudiantes y de respeto hacia la figura del profesor por parte de las familias y de toda la sociedad, se ha pasado a una pérdida de prestigio de los docentes.
En los últimos tiempos, se han puesto sobre la mesa diferentes propuestas encaminadas a retornar esa autoridad perdida. Algunas miran al pasado con nostalgia, otras tan sólo reclaman un compromiso social para retornar a la escuela y a los profesores el valor real que tienen.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, y en otro tono la candidata socialista Ségolène Royal abogan por desterrar el prohibido prohibir de Mayo del 68 para retomar valores como la autoridad, responsabilidad, exigencia, derechos y deberes; devolver la seguridad a los ciudadanos y marcar unas reglas de juego hoy difusas más allá de las aulas. Enrique Múgica, Defensor del Pueblo, propone en España que los alumnos dejen de tutear a los profesores como fórmula para recuperar la autoridad y el respeto por los alumnos. Se trata de dos iniciativas que alientan el debate.
Distintos expertos consultados por La Vanguardia al respecto señalan que no creen que el quid de la cuestión esté en el tuteo o no tuteo. Y en cualquier caso, opinan que la eliminación de esta convención social no tiene sentido alguno si no va acompañada de otro tipo de medidas encaminadas a revalorizar la figura del profesorado y recuperar su autoridad.
ÁNGEL CASTIÑEIRA. Profesor de Esade.
«La propuesta de Múgica me parece una tontería. No creo en absoluto que la relación de tuteo implique una falta de respeto. Las relaciones, todas, deben establecerse en el marco cultural contemporáneo, y las demostraciones de respeto no van por ahí. Dicho esto, sí es cierto que muchas veces los educadores, y pienso en los padres, que son los principales agentes educadores, confunden su función con la de amigo o colegui. El adulto se está infantilizando. En el ámbito del aula, el profesor no puede esperar que el alumno le quiera ni viceversa. La condición mínima en ese contacto socializador es no hacerse daño, y si mi tarea como profesor es ayudar a un alumno, lo que no puedo hacer es ridiculizarlo en público, ofender su dignidad. Los profesores nos dicen que su dignidad se ve dañada dentro del aula y fuera de ella por la falta de reconocimiento social. Si no hay una valoración pública del profesor, lo normal es que el alumno, dentro del aula, no lo respete.También es cierto que algunos profesores no saben ganarse ese respeto porque no se preparan las clases, no llegan puntuales o tardan un mes en corregir ejercicios. La expresión ganarse el respeto también quiere decir ejercer profesionalmente. La excelencia, la autoridad, se construyen día a día. Estamos a tiempo de dar la vuelta a la situación, pero no sólo debemos hacer esta reflexión respecto a los maestros, también debemos extenderla a educadores, personal sanitario, policía… Los países serios saben cómo pasar de la mediocridad a la excelencia: con reconocimiento interno y público».
AGNÈS BOIXADER. Grupo de Valores del instituto de Ciencias de la Educación de
«Eso del tuteo es una cuestión menor, porque es un tema de cortesía. Las formas están de acuerdo con las épocas en las que se vive. Lo importante es recuperar el respeto entre personas, y eso es preservar la dignidad. Muchas veces los adolescentes, ante una persona mayor, con su actitud nos están diciendo que no merece ser digna. El respeto se debe recuperar en todas las esferas sociales, empezando por los políticos entre ellos. Como dice el proverbio, educar es tarea de todo un pueblo. Los profesores podemos tener la tentación de pensar que es obligación de los padres y éstos que es responsabilidad del docente, sin darnos cuenta de que escuela y familia están dentro del mismo contexto. La autoridad al educador se la dan sus alumnos si no los traiciona. Sí podemos ganar la partida, si poco a poco van cambiando voluntades y sumamos esfuerzos. Los grandes cambios, las grandes revoluciones, son impensables, de lo que se trata es de ir introduciendo pequeños cambios».CARLES MATA. Presidente de AXIA (asociación de directores de instituto).
«La organización escolar se basa en el orden. El tuteo es un síntoma de una enfermedad. Necesitamos un compromiso de los padres con la escuela. Las familias, cuando dejan a sus hijos en el centro, deben tener claro que están delegando su autoridad en los profesores y que cuando éstos retornan a los hijos a las familias les devuelven la autoridad. Nuestro sistema educativo es excesivamente permisivo. Los alumnos deben saber que en la escuela hay jerarquías. Los profesores, igual que los padres, no somos sus amigos, cada uno tiene su papel. Es posible mejorar, y hay que establecer un acuerdo social, sólo así podremos avanzar en la recuperación de valores difusos y en recobrar el respeto».
WALTER GARCÍA. Presidente de la Federació d´Associacions de Pares d´Alumnes de Catalunya (FaPac)
.»¿Tuteo o no tuteo? Eso no resuelve nada. La autoridad no se impone porque sí, sino de manera razonada, y este es un asunto que se debe tratar en muchos ámbitos, no sólo en la escuela. El sistema de aprendizaje ha cambiado mucho, es más activo, y la distancia entre el alumno y el profesor se reduce. Debe ejercerse mejor la acción tutorial en la escuela, y la familia, que tiene un papel fundamental, debe estar coordinada con la escuela. A la familia también le cuesta imponer su autoridad, lo del golpe en la mesa ya no funciona. Hay que poner límites».
LAURA. Profesora de secundaria en un IES de Nou Barris.
Aunque la situación no es igual en todos los centros, el problema más grave está en los padres, y si ellos no nos respetan difícilmente lo harán sus hijos. Yo di clases sobre una tarima y eso, además de permitirme un mejor control visual de la clase, me daba una perspectiva distinta ante los alumnos porque fijaba la jerarquía. No es que por eso te respeten más, pero marcas distancia. La crisis de respeto es general, no sólo en la escuela. Los alumnos no entienden de registros, hablan igual si eres profesor o un colega, y yo no soy su amiga. En la escuela pretendemos aplicar una serie de normas que el alumnado no tiene en otro lugar, porque no tiene reglas. Tener autoridad sin ser autoritario es un difícil equilibrio. No me importaría que me hablaran de usted si eso va acompañado de otras cosas, como de una mayor eficacia en los procesos sancionadores. Además, las juntas directivas de los centros deberían tener más autoridad».
JOAN ESTRUCH. Profesor de secundaria IES Blames.
«El tutear o no es una medida que, por sí sola, no tiene sentido, y además costaría imponerla. Se debe transmitir al conjunto de la sociedad y a la familia, con una serie de acciones, que el profesor es una persona a tener en consideración. En Finlandia los alumnos se despiden de los profesores dándoles la mano y agradeciéndoles la tarea que han hecho. Son gestos, sí, pero tienen un valor simbólico que están avalados por la actitud del conjunto de la sociedad. En el mundo anglosajón se extrañan de la relación tan cordial que hay en nuestras aulas».
JOAQUIM PRATS. Catedrático de la Universitat de Barcelona.
«El tuteo es simbólico, puedes llamar de usted a alguien y no respetarlo, pero en la base del planteamiento estoy de acuerdo. El profesor no es un compañero del alumno, es alguien que tiene autoridad y la sociedad es la que le da esa autoridad. En los últimos tiempos, la figura del profesor se ha diluido y devaluado y eso el alumno lo percibe. En España, durante el franquismo, el maestro se convirtió en una figura coercitiva y perdió el prestigio, cuando en otros países no es así. Esta situación no se puede arreglar por decreto. La corporación profesional debe ganarse el respeto, con la ayuda de la administración, y apartar a los que no merecen ser profesores. Yla familia debe saber que no puede desautorizar al profesor y que el alumno no siempre tiene más razón que el profesor. La autoridad democrática también se ejerce reprendiendo.