La fundación Genes y Gentes ofrece a unos 300 niños de educación especial en Aragón sesiones gratuitas de terapia canina.
Mucho más que los mejores amigos del hombre
BLANCA ENFEDAQUE. Zaragoza | Heraldo de Aragón.
El ambiente de la clase está alterado. Los niños y niñas, ansiosos por que llegue ese momento, saben que hoy tienen su turno para recibir las sesiones de terapia canina. Los que pueden llaman a los perros por su nombre: «¡Lobo, Boss!». La Fundación Genes y Gentes desarrolla terapias y actividades asistidas con animales, especialmente con perros y caballos, dentro del programa «Animal amigo». Los beneficiarios son los niños de los colegios públicos de educación especial de Zaragoza, Rincón de Goya, Alborada y Ángel Riviére, así como el Alegría de Monzón. Se trata de pequeños y jóvenes con déficits psíquicos, físicos o sensoriales así como con trastornos de personalidad.
«La principal novedad de este programa radica en que ninguna comunidad autónoma ofrece este tipo de actividades de modo gratuito en horario curricular. Es decir, como un elemento más de su formación en los colegios de educación especial», comenta Nuria Bravo, pedagoga de la fundación.
Las sesiones se reanudarán con el comienzo del curso escolar, con la mentalidad de «mantener este programa y crecer gradualmente -tal y como expone Paula Zarazaga, gerente de la fundación Genes y Gentes-. Este tipo de actividades son muy costosas y no se podrían llevar a cabo sin la ayuda de instituciones como el Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Zaragoza o la DPZ. Así como la CAI y la Fundación Salvador Ibarra».
Pequeño gesto, gran avance
Como explica Paula, «no se trata de una terapia milagro, si no de una ayuda complementaria a otro tipo de intervenciones como la logopedia, la fisioterapia o la musicoterapia». Cada niño es un mundo y, por ello, no se puede hablar en general de unos resultados homogéneos. En todo caso, los beneficios van desde lo físico a lo emocional, pasando por lo psíquico, educativo y lo referente al desarrollo social.
Los ejercicios que se tratan son básicos pero muy importantes para este tipo de niños. Se intenta que acaricien a los perros, que se tumben encima de ellos para relajarse, que les den órdenes, etc. Nociones de cómo acercarse a un animal de este tipo pueden servir a los chavales para que, cuando se encuentren en una situación así en su vida, sepan cómo comportarse.
«Hay que relativizar y extrapolar los resultados que obtenemos. Un pequeño gesto para los padres y terapeutas significa todo. Porque con estos niños los objetivos tienen que plantearse a largo plazo. Por eso las pequeñas victorias saben a gloria», confiesa Nuria Bravo. «Se dio el caso de una niña con parálisis que todos -relata Nuria-, incluido el fisioterapeuta, creíamos que no se podía mover. Sin embargo, probamos tumbándola encima del perro y se relajaba de tal manera que conseguía hasta estirar una pierna, girar la cabeza o tocarle una oreja a Lobo». Por ejemplo, al colectivo de niños autistas, este tipo de terapias le sirve para aprender a integrarse y trabajar en grupo.
No sólo los pequeños aprenden cosas. Estas sesiones también suponen una lección para los terapeutas. «No hay que darlos por perdidos sino ofrecerles cosas para motivarles. El pasar un rato con Lobo, un pastor alemán, o con Boss, un golden retriever, supone un punto y aparte, un paréntesis en la rutina de las clases normales. De hecho, algunos profesores utilizan el argumento de que van a ver a los perros para que se apliquen más en sus actividades lectivas ofreciéndolo como premio. Y suele surtir efecto.
Las sesiones van más allá de el tiempo de contacto entre el animal y el niño, que suele rondar los 30 o 45 minutos. Hay que tener en cuenta la dedicación a la programación previa y el tiempo destinado al seguimiento y evaluación de cada uno de estos encuentros.
Diversidad en la zooterapia
También existen otro tipo de zooterapias, como por ejemplo la delfinoterapia o equinoterapia. Esta última también la ofrece la Fundación Genes y Gentes con la colaboración de la Policía Local. Pero son muy diferentes entre sí. Por la herramienta-animal que se utiliza y por el beneficiario. En el caso de los perros se puede decir que son ideales para trabajar en espacios reducidos ya que tienen gran capacidad de maniobra en el juego. Además tienen mucha afinidad y capacidad de comprensión con el mundo de los niños. De todos modos, estos perros son especiales. Educados por María Ángeles Moradell, propietaria del centro «Dogarden», en Movera, están perfectamente socializados para este tipo de terapias específicas. Desde que son cachorros son expuestos a niños con características especiales junto con perros adultos que ya están acostumbrados a estas situaciones. «Los perros no son máquinas ni medicina y acaban muy cansados también», comenta Paula Zarazaga.
A nivel mundial, se considera que fue en 1792 cuando se introdujo el uso de animales en tratamientos para enfermedades mentales. William Tuke fue quien observó que la interacción entre seres humanos y animales producía efectos positivos. Aunque fue el psiquiatra estadounidense Boris Levinson el que observó que los animales de compañía, sin ser directamente terapéuticos, con su mera presencia junto a los pacientes, ayudaban a que éstos se expresaran mejor que si estaban a solas con su psicólogo. Así introdujo en su consulta al perro como elemento lúdico ya que «el mejor medio de comunicación con un niño es el juego».
El programa Animal Amigo se lleva realizando desde el año 2000. Cada colegio suscrito a él recibe cada 15 días la visita de «Lobo» y «Boss». Paula Zarazaga cree que «no hay que hacer este tipo de actividades por compasión, sino por ayudarles y ofrecerles lo que se merecen por su dignidad humana. Y los niños responden con la ternura y la alegría con la que reciben al perro».