La nueva escuela se mete en casa

Desde lavarse los dientes hasta atender el teléfono, los padres pueden usar la vida diaria para reforzar el aprendizaje de sus hijos – Un manual explica cómo
- La educación básica se centra en que el alumno sepa usar sus conocimientos
- "No es posible saber los adverbios y no tener hábito lector", dicen los expertos
El texto, realizado por el Proyecto Atlántida de innovación educativa y la asociación laica de padres y madres Ceapa, está a punto de presentarse. Se trata de un instrumento concreto de lo que muchas veces parecen sólo bellos objetivos escritos en papeles. Las metas de la educación obligatoria van más allá del mero aprendizaje de la lista de autores barrocos o las ecuaciones de segundo grado, sino que pretende asegurarse de que todos los chicos a los 16 años (tanto los que aprueben como los suspendan las ecuaciones) sepan construir, hacer cosas con todos esos datos, que tengan unos mínimos con los que puedan manejarse en la sociedad del siglo XXI. Esto es lo que se ha llamado las competencias básicas. En 2005, la UE instó a todos los países a incorporarlas y en España están presentes en la ley educativa desde 2006. Son ocho: lingüística; cultural y artística; conocimiento del mundo; iniciativa personal; lógico-matemática; tratamiento de la información y competencia digital; social y ciudadana; y de aprender a aprender. Y esto es, más allá de los exámenes de cada materia, lo que se va a medir en las famosas evaluaciones de diagnóstico de la educación que establece la ley, que se parecerán mucho más a las pruebas que se hacen para el Informe Pisa que a los clásicos exámenes. Este curso, el Ministerio de Educación evaluará en 4º de primaria (en una muestra representativa de alumnos) cuatro de esas competencias: lingüística, matemática, conocimiento del mundo físico (estas tres son las que mide Pisa) y la social y ciudadana. El próximo curso las evaluarán en 2º de la ESO, y el resto de competencias en los siguientes. Además, entre los 10 objetivos educativos prioritarios que se marcaron el pasado mes de junio el Gobierno y todas las comunidades (también hay un documento), está el de reforzar las competencias básicas. Pero todo esto tiene varios problemas. El primero es el desconocimiento sobre estas ideas, dice Pedro Rascón, presidente de Ceapa. Entre las comunidades, el desarrollo de materiales para profesores y de formación "es muy desigual", añade el profesor de la Universidad de Las Palmas José Moya, uno de los responsables de Atlántida. Aunque estén colaborando en el proyecto con el Ministerio de Educación y con distintas consejerías (como Cantabria, Castilla-La Mancha o Extremadura), las dudas están ahí. Tal vez porque el segundo escollo es que muchas personas, tanto profesores como padres, ven todo esto con recelo. Con una concepción más clásica de la educación, consideran que el alumno lo que debe aprender es, simplemente, a hacer esas ecuaciones de segundo grado y saberse el nombre de los autores del Barroco. Esta postura sostiene que los problemas de la educación vienen precisamente de haber aflojado la exigencia de esos contenidos a aprender. Sin embargo, los que defienden las competencias básicas, lo entienden de la siguiente manera: "Lo que está precisamente en crisis es el tipo de cultura que transmitimos como obligatoria. No es posible saber verbos irregulares en inglés y no saber pedir pan en ese idioma… saber adverbios y pronombres en español y no tener hábito lector… saber capitales y fórmulas y no ser respetuoso", firma el Proyecto Atlántida en grandes letras en una página de Diario de Familia. Lo que se está proponiendo es un cambio muy profundo que obliga a transformar el día el día de los centros, y a los profesores a exponer cada vez más los contenidos y temas relacionados con actividades de la vida diaria, y eso es complicado. Uno de los objetivos de la agenda es "motivar, formar a las familias, junto al profesorado para aumentar el nivel de competencia curricular del alumnado tanto en el currículo formal (escuela), con el informal (familia) y el no formal (la calle), que la escuela salga a la vida y ésta entre dentro de las aulas…", explica Florencio Luengo, responsable también de Atlántida. Y lo que han hecho es una herramienta que va a lo concreto, a esas actividades de la vida diaria que han propuesto en año y medio de trabajo los propios padres entre cosas que ya hacían con sus hijos. Pero el gran valor del trabajo, asegura Moya, es poner en contacto esas pequeñas cosas con las competencias básicas que se entrenan. Por ejemplo, que el niño atienda el teléfono de casa y coja los mensajes ayuda, por supuesto, a mejorar la competencia lingüística, y a la del tratamiento de la información, es decir, que el chaval vaya aprendiendo a obtener de forma crítica la información, transformarla en conocimiento y transmitirla correctamente. O cambiar las sábanas de la cama supone entrenar la interacción con el mundo físico, la competencia social y ciudadana y la autonomía e iniciativa personal. Esta última pretende que el chaval tome decisiones propias y asuma sus consecuencias, y desarrolle su "autonomía, creatividad, autoestima, autocrítica, iniciativa, control emocional…" "La modernización de la escuela pasa por este tipo de cosas. Cuanta más gente convencida haya, mejor", dice Pedro Rascón. Moya recuerda que tradicionalmente, la idea más extendida es que "la familia educa y el profesor enseña; pero la escuela cada vez se ve más obligada a educar. Y, con el aumento de la información gracias al desarrollo tecnológico, en la familia también se aprende".