Leer no puede ser un castigo
Elegir el libro. Dejarlo si no gusta. Un documental refleja un efectivo plan de lectura en un centro de Elche
EL PAÍS / CRISTINA MEDINA – Han pasado de no leer libros jamás a llevar uno en la mochila como un elemento cotidiano más, junto al móvil y
Los chicos leen los libros que quieren, si no les gustan, los pueden dejar y coger otro, y tienen tiempo en el horario lectivo para leerlos. Este es, sencillamente, el método puesto en marcha por el profesor
Todo comenzó cuando un grupo de profesores decidieron recuperar la biblioteca del instituto que, debido al poco uso que se le daba, se había convertido en la casa de los conserjes. Poco a poco, se hicieron con un buen número de volúmenes y decidieron poner en marcha un plan de fomento de la lectura. «Queríamos compartir nuestra experiencia, destacar la importancia de dedicar tiempo a la lectura en los centros educativos y valorar el trabajo
Durante dos años, una cámara ha seguido a los estudiantes de 1ºB de la ESO, 28 adolescentes a los que acompañaba un equipo de televisión en el aula, en el patio, en sus casas. Se trataba de seguir el proceso que les lleva a leer, pero también mostrar sus opiniones, sus actitudes frente al libro y, en general, su comportamiento en clase. A medida que pasan los 98 minutos del documental (en valenciano, con subtítulos en castellano) se ve cómo a los chavales les costó soltarse y olvidar la cámara, pero finalmente lo consiguieron. La película, que se va a distribuir a otros centros educativos así como en centros de formación docente, describe la transformación de los libros, que pasan de ser «un rollo» a algo interesante que buscan como modo de diversión.
Para conseguirlo no se les obliga a leer ningún título en concreto, al contrario se le preguntan sus gustos y se les orienta para encontrar un título que pueda gustarles. No tienen que acabarlo. Si no les gusta, lo dejan. Tienen varias horas lectivas para leer, la asignatura alternativa a religión, en clase de valenciano, de castellano, en las tutorías… Su único compromiso es estar en silencio y respetar la lectura de los demás. El proceso ha sido tan paulatino y natural que se les olvido hacer carnés de biblioteca y registrar quién se lleva qué.
Natalia Guevara, una de las estudiantes, reconoce que antes de este proyecto «no leía nada». Lo primero que cayó en sus manos fue un libro de fútbol, una de sus aficiones. «Me lo dio el profesor y me gustó». Isaac Carrillo, otro alumno, asegura que cuando oyó hablar de este proyecto, pensó que «no serviría para nada». Pero le ha servido: «En clase estamos más tranquilos y en silencio». Este proyecto ha sido premiado por el Ministerio de Educación.