¡levántense y de usted!
Durante 12 o 13 años todo alumno, sin excepción, recibe clases de Lengua castellana durante varias horas a la semana. ¿Qué ha pasado para constatar tan malos resultados en lenguaje?.
- El Periódico de Aragón | Antonio Aramayona
Ruecuerdo que, cuando entraba el profesor en clase, nos levantábamos todos hasta que él nos permitía volver a sentarnos. Es decir, lo mismo por lo que hace unos días abogaba el presidente francés, Nicolas Sarkozy, para restablecer el respeto y la autoridad del profesorado en la escuela. Pero ni mis recuerdos infantiles como alumno ni mi actual experiencia como profesor aciertan a asociar el verdadero respeto y la auténtica autoridad con el rito de levantarse de la silla en el aula. En el ámbito educativo se están dando demasiados palos de ciego con un cierto aire de nostalgia, pero muchos de los análisis, pronósticos y diagnósticos que últimamente se están realizando sobre educación poco o nada tienen que ver con el núcleo profundo y esencial de la educación de los jóvenes en el siglo XXI.
No es raro que algunos me miren con conmiseración al enterarse de que me dedico profesionalmente a la enseñanza. Determinados gremios, sindicatos y asociaciones de profesores han estado propalando durante años la supuesta situación apocalíptica, caótica de la escuela actual, por la que la juventud está medio perdida, y el profesorado corre riesgo de ser agredido, insultado y vejado. Sin embargo, la realidad dista mucho de las lamentaciones de esos agoreros (generalmente, bastante amargados con la profesión y poco amantes de la labor educativa).
La semana pasada, el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, se declaraba partidario de la desaparición del tuteo y la implantación del «usted» en clase, como medio primordial para atajar la violencia y promover el respeto en el aula.
Basta observar lo que ocurre habitualmente en cualquier aula de cualquier Instituto para constatar que la enseñanza de una materia en un buen clima de respeto y de convivencia nada tiene que ver con el tuteo o la utilización del «usted», pues un ambiente positivo de trabajo y colaboración en clase presupone la existencia de un efectivo clima de afecto y confianza, donde el «tú» o el «usted» resultan ser meros accidentes. De ahí que, tras enterarse de las declaraciones de Múgica, más de uno se habrá preguntado quién defiende al pueblo del Defensor del Pueblo.
CURIOSAMENTE, también apuntaba recientemente contra el tuteo en el aula el ministro de Educación francés, Xavier Darcos, para el que es indispensable el trato de «usted» a fin de que cada cual «encuentre su sitio» y se restaure la «verticalidad» en el aula. Viendo la preocupación de algunos cargos públicos españoles y europeos por los parámetros espaciales (verticalidad-horizontalidad, sitio, sentado-de pie), viene inmediatamente a la cabeza aquello de coger el rábano por las hojas, pues la educación, la verdadera formación de un muchacho, anda por parajes y rumbos muy distintos.
Nadie aprende, si no entiende; nadie entiende, si no atiende; nadie atiende, si no está interesado; nadie tiene verdadero interés por lo que no le produce disfrute o es incapaz de implicarle personalmente en la tarea del aprender. Pero de eso apenas se habla. Hace unos días, este diario nos informaba en su primera página y con grandes titulares de que los profesores detectan pobreza en el lenguaje de los adolescentes. Tal estado de cosas era achacado principalmente a la influencia de la televisión y los móviles sobre una denominada «generación de los teclados», que comete cada vez más y mayores errores ortográficos y demuestra una expresión verbal y escrita deficiente.
AUN SIENDO verdaderos algunos de los datos contenidos en esa noticia, se dejaba en el olvido que un niño empieza a ir a la escuela a los tres o cuatro años y permanece en ella, como mínimo y obligatoriamente, hasta los dieciséis años. Es decir, durante doce o trece años, todo alumno, sin excepción, recibe cada año clases de Lengua Castellana durante varias horas a la semana. ¿Qué ha pasado durante todos esos años con la Lengua para constatar finalmente esos malos resultados? ¿Se lo han preguntado los profesores que detectan y critican esa pobreza en el lenguaje del alumnado?
Lengua es ante todo leer, hablar, escuchar y escribir, y a eso deberían dedicarse principalmente las clases y las horas en esos trece años obligatorios de escuela de todo futuro ciudadano. Sin embargo, dadas las carencias lingüísticas de una parte del alumnado, ¿cómo se explica entonces que esos muchachos hayan pasado varias horas a la semana durante trece años de su vida estudiando su propia lengua? Sería lógico y necesario que, a la vista de tales resultados, todos los implicados en la labor educativa revisasen sus métodos y objetivos, pero llegan Sarkozy, Múgica y algunas asociaciones corporativas de profesores, y prefieren hablar ante todo de la supresión del tuteo en el aula.
Profesor de Filosofía