Libro electrónico: ruegos y preguntas
El sector editorial se debate entre el papel y el imparable avance del soporte digital
J. R. MARCOS / I. SEISDEDOS – Madrid – 01/03/2009. El País
Un enviado del futuro ha puesto la galaxia Gutenberg patas arriba. El libro electrónico es el tema de conversación definitivo -con permiso de la crisis- en el mundo editorial de 2009. Están los apocalípticos -que niegan la revolución digital y proclaman la insuperable mística del libro-, los integrados -al día del último ingenio- y los despistados -la mayoría-. Dos años después de la aparición del Kindle, el e-book de Amazon, ha vendido medio millón de unidades y se ha convertido en el símbolo de esa revolución. La cara visible de un giro copernicano lleno de malentendidos y preguntas.
– ¿Por qué se ve como una amenaza? Básicamente, por ser lo que más se parece a un libro después del propio libro. Pese a lo que podría dar a entender la terminología cibernética, la pantalla de un libro electrónico tiene más en común con una página de papel que con el monitor de un ordenador. Empezando por la llamada tinta electrónica. Permite que el texto no parpadee y que los píxeles, enemigos de la salud ocular, se eliminen de la ecuación. La vista no se cansa porque la pantalla, al contrario que la de una computadora, no está retroiluminada; necesita un foco de luz externo.
Todos destacan dos virtudes en el libro electrónico: su capacidad y su peso. El eReader, de Sony, principal competidor del Kindle, permite almacenar 160 títulos y pesa 260 gramos, menos que un best seller de tapa dura. Además, se puede subrayar, aumentar el cuerpo de la letra y cambiar los márgenes para facilitar la lectura.
– ¿Cómo se repartirá la tarta del futuro? En el antiguo régimen, un escritor percibe una media del 10% del precio de venta de un libro de papel como derechos de autor. En su pariente electrónico, eliminados los gastos de impresión y almacenaje, y reducidos los de distribución, ese porcentaje sube hasta el 40%. En el caso del gigante Amazon, con su poder negociador, cifras oficiosas fijan la cuota para el autor en un exiguo 20%. Eso sí, el precio para aplicar el porcentaje es menor. La edición de bolsillo de Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela, cuesta 8,50 euros. En el portal Leer-e, 4,99. Y eso porque se considera una novedad digital: El proceso, de Kafka, cuesta 2,16 euros.
Para liar aún más el asunto, la aparición de Kindle2, a la venta esta semana en EE UU, ha añadido otro fente a la batalla. Puede leer textos en voz alta, lo que ha provocado un nuevo litigio: los derechos de audio han de pagarse aparte, cosa que el dispositivo de Amazon no hace.
– ¿Nos desharemos de los intermediarios? No. Como apunta Ignacio Latasa, director de Leer-e, «las editoriales tradicionales son un sello de calidad y ellas son las que tendrán que hacerse cargo del libro electrónico». El portal de Latasa ha sido elegido por Carmen Balcells para distribuir online algunos títulos de escritores representados por su agencia. Al margen de los sellos tradicionales. Latasa lo explica porque tantearon «a muchas editoriales y no se decidieron».
Balcells ya ha colgado títulos de García Márquez, Vargas Llosa, Delibes y Marsé. A final de año serán 100 obras de 50 escritores. Javier Martín, gerente de la agencia, recuerda que los derechos digitales se negocian aparte de los de la edición en papel. ¿Cómo ven esta iniciativa los editores tradicionales de esos autores? Juan González, del grupo Santillana, que publica a Vargas Llosa en Alfaguara, matiza: «Por ahora esas ediciones digitales se limitan a títulos muy concretos, que no suelen ser los más importantes. Como nosotros, los agentes todavía viven del papel. Serían unos insensatos si actuaran al margen de sellos que les pagan anticipos enormes. Nuestra intención es no separar los derechos digitales de los del papel».
– ¿Y qué hay de las librerías? Algunas se reciclarán. Ya hay tiendas que venden códigos de descarga de algunos títulos, cupones con una clave para bajar en Internet los libros. En ese caso, el porcentaje de derechos de autor desciende al 25%. Otros, entre tanto, siguen optando por confiar en «un lector que todavía conserva el placer de encontrar libros». Como Antonio Ramírez, de la librería La Central, de Barcelona y Madrid. «No podemos competir en una estructura que nos excluye. El libro digital lo dominan megacorporaciones. Tenemos que apostar por los que todavía dan valor al soporte más allá del texto. Aún nos quedan dos generaciones de compradores de libros».
– ¿Está preparada la industria española? «Es una herramienta fantástica y si no le prestamos la atención que merece nos equivocaremos», opina el escritor Juan José Millás. «Parece mentira que nadie se preocupe por esto. Yo le pregunté a mi agente sobre el tema y me dijo que no sabía nada. Mal hecho. Es un cambio tan grave como aquel al que se enfrentaron las fábricas de hielo con la llegada de los frigoríficos». La situación del libro digital en España es una pescadilla que se muerde la cola: se venden pocos dispositivos de descarga porque hay pocos contenidos para descargar. Y viceversa. Leer-e tiene 750 títulos. En EE UU, Amazon ha puesto al alcance de su Kindle2, segunda versión del cacharro, 230.000. Además está el precio de los dispositivos, de 400 a 700 euros. Todos coinciden en que el boom llegará cuando se acerque a los 100.
– ¿Se piratearán las novelas? Parece inevitable establecer paralelismos entre el sector editorial y la maltrecha industria musical. Desde luego, hay enseñanzas que aprender de la debacle ajena. La piratería no parece que se vaya a extender como el contagio planetario que tocó en suerte a la música o el cine; las barreras idiomáticas son importantes esta vez. El sector del libro se defiende de momento echando mano de un guirigay de formatos y de sistemas de DRM, similares protecciones anticopia a las que iTunes, plataforma musical de Apple, ha acabado por eliminar ante el avance de la tecnología. Para Javier Martín lo difícil es copiar el formato exacto: «Ya hay miles de libros en la Red. Sobre todo en América Latina, donde se escanea y se cuelga casi todo. Pero no es igual un PDF que un archivo específico de e-book».
– ¿Cuándo será historia el papel? Nunca. En eso coinciden todos los expertos. La pregunta parece ser más bien cuándo la nueva tecnología superará en ventas al viejo libro. En el extremo del triunfalismo cibernético se sitúa Juan González de la Cámara, fundador de Grammata, empresa granadina que comercializa Papyre («el único libro electrónico español», del que se han vendido «4.500 unidades») considera que en 10 años el 95% de lo que leamos será digital. «Soy capaz de apostarme una cena con quien opine otra cosa». Sin ir tan lejos, en la última feria de Francfort se hizo pública una encuesta entre mil profesionales del sector con una conclusión: en 2018, los libros electrónicos superarán en volumen de negocio a los editados en papel.
Según José Antonio Millán, autor del informe La lectura en España, uno y otro serán complementarios: «El papel desaparecerá en manuales de instrucciones y guías de viaje». ¿Y los libros de texto? Millán espera que no: «Hay estudios sobre psicología cognitiva que demuestran que los conocimientos se asimilan mejor en hoja». Incluso en estos tiempos, alguna victoria le queda al viejo y algo derrotado papel.