Los profesores piden «formación específica» para afrontar la nueva realidad de las aulas

Creen que la figura del maestro como referente ha dado paso a la del docente devaluado, según un estudio sociológico.
COLPISA. Madrid
Pesimismo, quejas, indiferencia. El discurso predominante entre los docentes es «enormemente» crítico y el sentimiento común es que han perdido todo apoyo social para hacer frente a los nuevos desafíos de las aulas. Más aún, mantienen una visión desesperanzada de su propia labor y realizan un análisis severo del contexto político, al que acusan de usar la educación como arma electoral arrojadiza.
Estas reflexiones proceden de un estudio sociológico conocido este jueves, que analiza las interioridades de un colectivo en crisis que pide soluciones desesperadas. Lejos quedan los tiempos en los que la figura del maestro tenía implicaciones afectivas y connotaciones de prestigio para pasar a un papel de meros docentes, identificado como un funcionario más, desvalorizado y carente de cualquier tipo de referencia moral.
«Estamos ante un desequilibrio social. Antes el maestro era una persona formada, muy bien mirada y con cierto estatus, y ahora se nos menosprecia. Además de perder autoridad, ni agradecen tu trabajo: una labor dura e importante con el único objetivo de que el niño salga adelante», comenta una profesora de primaria de una escuela pública de Sevilla, que formó parte de uno de los diez grupos de trabajo que conformaron el estudio, con profesores de Infantil, Primaria y Secundaria de toda clase de colegios.
«Atropellados»
La razón de este cambio de registro es que de un tiempo a esta parte se ha exigido a los profesores que solucionen todo lo que la sociedad no sabe cómo resolver (seguridad vial, obesidad, consumo de drogas, inmigración, etc.), lo que genera en el colectivo un sobreesfuerzo que les desborda y por el que se sienten «atropellados».
Puertas hacia dentro se ven también incapacitados para manejar fenómenos propios de la escuela del siglo XXI, como la ‘multiculturalidad’, las nuevas tecnologías, la relación con unos padres «más formados» o la resolución de conflictos en el aula, como es la violencia escolar tanto entre los propios alumnos como hacia su figura.
Por ello reclaman apoyo institucional y político que traiga consigo «formación específica» para hacer frente a estos retos. Así como medidas legales para reforzar los mecanismos sancionadores que les ayuden a establecer un clima de disciplina en las aulas, en un momento, eso sí, en el que la palabra autoridad «tiene mala prensa, lo que pone en duda permanente al colectivo», señala el sociólogo Ignacio Megías Quirós, uno de los tres autores del estudio patrocinado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y la obra social Caja Madrid.
Otro discurso
Uno de los discursos minoritarios que crece entre los docente más jóvenes reclama abandonar el victimismo y la queja constante para acercarse a la nueva realidad de las aulas. Para ello solicitan reivindicar su función, explicarla, prepararse asumir responsabilidades, implicar a la familia en el proceso educativo y reforzar el orden educativo (enfatizar el poder del claustro). Otra vertiente habla de buscar la reflexión política para dar continuidad a las leyes de educación, buscar pactos de mínimos entre los grupos parlamentarios y mejorar la citada «formación».
Con respecto a la privatización de la educación, el pensamiento dominante del profesorado defiende el modelo público y, en contra de los estereotipos, mantiene que cuenta con mayores recursos. El aspecto fundamental de la crítica se centra en que los centros privados responden a una lógica empresarial, con lo que se reducen costes y medios, se coloca en un segundo plano el interés general, se busca contentar al «cliente», limita la libertad del docente y propicia la desvalorización del rol del educador.
Mientras que sobre la enseñanza pública, los profesores critican que es un sistema demasiado condicionado por la lógica política, lo que le convierte en «ineficaz e inestable». También sienten que esos centros se han convertido en «vertederos» de conflictos, contradicciones y tensiones sociales.