Medidas para apuntalar la convivencia en el aula
Propuestas concretas para prevenir y gestionar los problemas más comunes en el aula
EL PAÍS – SILVIA BLANCO – Madrid – 15/10/2007
Poder escuchar música en el instituto en los cambios de clase; recibir accesorios de la Playstation si se ha cumplido el horario pactado para usarla. Son medidas motivadoras y, aunque no van a solucionar problemas por sí mismas, constituyen una poderosa prevención. Es lo que ha constatado el equipo de pedagogos, maestros, sociólogos y psicólogos que ha redactado el protocolo de convivencia
Gestión de la prevención y urgencia en los conflictos escolares, del Proyecto Atlántida, que se publica el miércoles. Este manual, un encargo del Gobierno canario y del Ministerio de Educación, es el resultado de cinco años de experiencia y talleres en 50 colegios de todo el país.
Para afrontar conflictos cotidianos y sucesos puntuales -pero muy graves- como una paliza o el acoso, esta propuesta ahonda en el pacto democrático de las normas, y requiere un año, como mínimo, para ir implantándose. Pero hay diferentes opciones de planes de convivencia: «Todas las comunidades y los sindicatos tienen uno, con protocolos a veces muy genéricos», comenta la experta Rosario Ortega. «Empezaron con la muerte de Jokin [2004] y se están fomentando, aunque tienen que adaptarse a fenómenos nuevos como el happyslapping, que es ridiculizar a un chaval y difundir la agresión por la Red». Con todo, los problemas más comunes no tienen que ver con el acoso o la violencia, como explica el coordinador del protocolo, Florencio Luengo, sino con la disciplina en clase. Estos son cuatro de los más comunes:
INDISCIPLINA EN EL AULA
Levantarse en medio de la explicación del profesor; hablar o gritar; no traer libros o el material necesario; tirar bolitas de papel; pintar en la mesa, cantar o hacer ruidos. Seguro que le suena. En jerga educativa se llama disrupción y es el conflicto más extendido en las aulas. Un taladro para la convivencia. «La causa está relacionada con lo que enseñamos y cómo lo enseñamos», explica Florencio Luengo. Subraya: «Nadie estudió cómo gestionar un grupo humano, a los profesores sólo se les ha enseñado contenidos y didácticas».
La experiencia dice que la medida punitiva es la primera que se aplica: gritos, aviso de parte, parte, sin recreo. «Y está bastante trasnochada como única solución, aunque no se desecha por completo». Propone:
– Pactar una norma entre el profesor y los alumnos. «Se pueden repartir los tiempos. A ellos les gusta ver que la hora entera no es cañera, sino que se alternan momentos de atención plena y silencio con otros más distendidos en los que dialogan entre sí, o hablamos de cuándo van a entregar las conclusiones del trabajo», ejemplifica Luengo. «Así se sienten implicados en la norma, importantes».
– «Lo has hecho muy bien, chaval». Es útil que los alumnos vean que se tienen altas expectativas hacia sus logros y que se recompensan.
Pero, ¿qué ocurre cuando el comportamiento disruptivo viene del profesor? El que grita con frecuencia, el que decide «dejar hacer, pasar de los alumnos» y se limita a exponer contenidos. «Suele ser ignorado por el resto de los colegas o se crean rumores en torno a su clase, ‘vaya destrozo de aula’ y cosas así, pero no se hace nada concreto. Otra vez es una actitud punitiva, y él se siente perseguido», comenta Luengo. Es mejor:
– El colega que ayuda. «Es la tutoría entre iguales, un profesor más enrollado, un amigo, intercambia experiencias y le anima. No se puede abandonar a los 10 alumnos más difíciles ni a los cinco profesores más necesitados de un centro. Ahí es donde se inscriben, en realidad, el 95% de los problemas de un centro». Es posible que el conflicto persista. Entonces, según el protocolo, se activarían, antes que el castigo, medidas de trabajo social, en las que «la comunidad sale beneficiada de los errores». En el caso del alumno que interrumpe, se propone, por ejemplo, que ayude en la biblioteca o al funcionamiento de la clase apoyando al delegado a contabilizar faltas o a hacer anuncios de asambleas; si ensucia el patio o se pinta un graffiti, dedicarse a tareas de limpieza.
«Es más interesante que tener al individuo expedientado». Con los profesores es más complicado, reconoce Luengo. «En muchos casos hablamos de funcionarios. Hay quien se cierra en banda, pero otros estarían dispuestos a hacer un trabajo especial, como acompañar más guardias de recreo. El control democrático del centro es lo más útil. Si ese profesor sabe que cada mes, por ejemplo, va a haber un claustro donde los otros compañeros, los alumnos y los padres hacen un seguimiento de las normas pactadas, si sabe que va a ser evaluado, mejora».
NUEVAS TECNOLOGÍAS
Los niños pasan más tiempo delante de una pantalla que en la escuela. No es una hipérbole: se basa en estudios del consejo audiovisual de Cataluña. También el CIS, a instancias del Defensor de Menor de Madrid, concluyó en 2005 que los chavales pasan un 40% del tiempo libre en Internet; un 36%, en videojuegos y tele, y un 25% con el móvil.
Demasiado tiempo y, sobre todo, «solos», apunta José Antonio Luengo, psicólogo y experto en nuevas tecnologías e infancia: «El problema es que saben más sobre la Red que los adultos y escapan a su control». En el colegio «se ha suprimido taxativamente el móvil, y funciona». Aparte de reforzar el aprendizaje de los padres en talleres sobre Internet, Luengo sugiere:
– Navegar, sí, pero sólo un rato. Se alterna con el estudio como una actividad más.
– Acompañar al pequeño internauta. Sobre todo en menores de 12 años: «No les dejemos solos ante un mundo del que nosotros mismos no tenemos referencias ni experiencias anteriores. Ahí hay de todo».
– Algunas puertas, cerradas. Se pueden instalar sistemas que bloquean el acceso a algunas páginas de Internet. En el colegio o en el instituto es más habitual, están «mucho más vigilados».
– El móvil no es un juguete. No se debería, según el experto, comprar móviles a menores de 12 años. «No es como un balón. Aunque está justificado el uso, por ejemplo, si tienen que hacer largos trayectos de casa al colegio».
– No pasarse con el saldo. Ni con el tiempo de uso. »
Pero dando ejemplo, si uno pasa media hora hablando por el teléfono, el niño hará lo mismo».
VIOLENCIA GRAVE
Las agresiones físicas a profesores o entre iguales, dice Florencio Luengo, «no alcanzan esos porcentajes dramáticos de que se habla. Son muy escasas». Lo que sucede, explica, «es que son intolerables, no puede haber impunidad». El primer paso es la actuación inmediata en la escuela: contención y separación si se está produciendo la agresión en ese momento. A continuación, se recoge información sobre el caso, se informa al tutor, al director y a la familia. Se intenta conciliar posturas, se reúne la comisión de convivencia y se adoptan medidas que van desde el trabajo reparador hasta la expulsión. Después, se contempla un seguimiento del alumno con entrevistas y contactos con la familia.
Florencio Luengo insiste en que debe haber elementos motivadores para evitar estas conductas. «Hay que acercarse a los intereses de los alumnos conflictivos, integrar, y dejar, por ejemplo, que monten campeonatos de baloncesto en el recreo, que seleccionen la música que escuchan todos entre clase y clase. Todo ese mundo de intereses y de emociones es lo que más cambia la conducta». Esto no descarta la vía penal en casos «gravísimos: golpes, o auténticas palizas. No hay que ser tibio, pero sí hacer reflexionar al alumno».
PROCESOS DE SEPARACIÓN
Si los procesos de separación no son fáciles para los padres, menos aún para los niños. El fenómeno aumenta cada año y, en algunos casos, puede suscitar en los hijos miedos ante la nueva situación. Para mitigarlos, es conveniente:
– Una explicación. Los hijos necesitan saber con claridad que las razones del divorcio se deben sólo a las relaciones entre adultos para evitar la sensación de culpa.
– Informar a los profesores. Los docentes deben estar al tanto de la nueva situación y los padres, preservar, en la medida de lo posible, la relación con amigos y familiares del hijo.
– Evitar las descalificaciones hacia el otro cónyuge.
Incluso es mejor conversar sobre los aspectos positivos del otro.
En la escuela, el manual para la prevención sugiere:
– Implicación. Que el tutor o el orientador «sepa lo que ocurre en el mundo del alumno para entender su conducta y poder ayudarle si es necesario».
– Apoyo especial. Con profesores a los que se sientan más conectados emocionalmente, una «segunda tutoría». También es útil «echar mano de mediadores y del alumnado ayudante».
UN PLAN BASADO EN EL PACTO
Las medidas concretas que se sugieren surgen de la experiencia con profesores, alumnos y agentes sociales.
Todas las comunidades tienen planes de convivencia que cada centro adapta a su modo.
Para que el plan funcione, requiere tiempo: como mínimo, un año.
Todos participan: las normas se pactan y se someten a control.