Padres e hijos especiales

Michael Greenberg narra en ´Hacia el amanecer´ la locura de su hija, que coincide en las librerías con otras experiencias de progenitores con vástagos discapacitados.
PERIÓDICIO DE A. 08/03/2009 JUAN FERNÁNDEZ MADRID
Abordar la locura desde la distancia corta implica deambular por un terreno minado. Si además resulta que el sujeto del trastorno es tu propia hija, el riesgo de caer emocionalmente abatido puede paralizar al más valiente. El periodista Michael Greenberg (Nueva York, 1952) necesitó diez años para mirar de frente a ese reto: contar lo que vivió su hija Sally el verano de 1996, cuando sufrió su primera crisis de trastorno bipolar. Hacia el amanecer (Seix Barral) es el relato de aquellos meses, y un viaje por los alrededores más íntimos del desequilibrio mental. El mayor drama de la locura es la soledad: eres dueño de un código que solo tú entiendes», descubre el autor.
Greenberg es columnista del suplemento literario de The Times. Su territorio habitual es el periodismo y a él apela para identificar el objetivo que perseguía cuando se sentó a ordenar las notas que había tomado aquel verano. «Me planteé hacer un reportaje; narrar de manera clara y directa una experiencia humana extrema, como es la que vivió mi hija aquellos meses, y todos los que estábamos alrededor de ella», explica.
UNA «PALABRA MALDITA»
La voluntad marcadamente narrativa queda clara desde la primera frase del libro, una sentencia que da el tono directo y tajante que traspira toda la obra: «El 5 de julio de 1996 mi hija se volvió loca», tenía 15 años y «nada hacía sospechar que mi hija tuviese una enfermedad mental de este calibre». Loca: una «palabra maldita» que Greenberg no tuvo reparos en utilizar. «Existe rechazo a hablar de la locura. Pude elegir otro término más políticamente correcto, pero este es el que define de manera más primitiva este estado, que es el mismo hoy y en la antigua Grecia: un misterio que nadie ha logrado explicar jamás».
Tampoco él ha buscado ahora su resolución, ni consolar a otros padres que han vivido una experiencia parecida. «Yo no cuento cómo sobrevivir a esto, ni cómo curar lo incurable», subraya. Ni perseguía compensar en nada a su hija y sus familiares, con quienes consultó su publicación. «Escribí este libro porque pensé que podía aportar algo para entender la condición humana. Observar de cerca el desequilibrio mental ayuda a explicar muchos aspectos de todos nosotros», opina el autor neoyorquino.
En su caso, la dificultad añadida surge del reto de mantener firme el bisturí del narrador cuando es su propia hija quien está siendo diseccionada. «Lo que más me costó fue encontrar ese punto justo para no ser ni demasiado clínico ni demasiado emotivo. Me ayudó el tiempo. Si hubiera escrito el libro solo tres años después de aquella crisis, mis sentimientos se habrían desparramado», reconoce.
OTROS TESTIMONIOS
La llegada a España de Hacia el amanecer –que llega a Europa tras un gran éxito en EEUU– coincide en el tiempo con diversas obras en las que padres de niños especiales cuentan sus casos, como Quieto, de MÃ rius Serra; María y yo, de Miguel Gallardo; y ¿A dónde vamos, papá?, de Jean-Louis Fournier. Greenberg cree que puede haber una señal de los tiempos en esta coincidencia: «Vivimos una época muy testimonial, muy de contar experiencias. Y la relación padre-hijo es una de las más complejas y esenciales», comprende.
El más reciente de esos volúmenes es el de Fournier, autor que con frecuencia acude al humor para recorrer paisajes afilados. Con esa brújula se atreve a poner en negro sobre blanco su relación con sus dos hijos discapacitados mentales. «Por una vez, quería hablar con una sonrisa», justifica el autor. El libro lo forman 130 páginas de lectura fácil donde la ligereza de los textos no roba intensidad ni veneno a los mensajes. Fournier se ríe, a veces con mala uva, pero en su voz el optimismo vence al lamento. El libro ganó en Francia el premio Fémina y fue finalista del Goncourt.