Recortar en Educación sería un síntoma de que no se valora suficientemente como la mejor inversión de futuro
Vivimos una época difícil desde el punto de vista económico, los años de bonanza han dejado paso a una crisis económica que a la mayoría de los ciudadanos nos afecta, aunque no alcancemos a comprender cómo y por qué hemos llegado a ella. Ahora sabemos de recortes, de déficits, de deudas públicas que efectivamente son problemas serios, no lo podemos negar, pero lo que nos preocupa y convierte el problema en drama es la sujeción de las finanzas públicas a los mercados cuando éstos, en lugar de ser una solución, se convierten en un problema por la existencia de especulaciones descontroladas, y finalmente seremos las familias quienes tengamos que arrimar de nuevo el hombro, y no precisamente las grandes corporaciones y el capital financiero, al que se les ha ayudado abundantemente con avales y financiación pública.
Las últimas medidas adoptadas por el gobierno central con reajustes importantes, sin entrar ahora en su valoración, nos hacen pensar que como ciudadanos todos debemos ser corresponsables, sin embargo esa corresponsabilidad ni todos la podemos asumir a partes iguales, ni en todos los ámbitos debe afectar de la misma manera. Seguramente la clave esté en la proporcionalidad y la discriminación con la que se apliquen dichas medidas.
Hace ya tiempo que hablamos de la crisis y en todos los medios hemos oído, leído y dicho que la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales no deberían ser objeto de recortes económicos, porque son áreas fundamentales y básicas para la sociedad. En Educación también se proponen importantes mermas en programas o servicios que ya están consolidados. Las familias no compartimos la necesidad y los argumentos para estos recortes, tampoco entendemos que haya un estancamiento o un crecimiento cero en cuanto a la ampliación de los mismos, no se entendería que logros alcanzados, como la gratuidad de libros de texto, las becas, la innovación educativa, los programas de refuerzo, el bilingüismo, las nuevas tecnologías, la calidad de la formación profesional, los programas de apertura de centros, etc., dejaran de aplicarse porque las consecuencias de ello serían muy graves. No solamente por la pérdida de calidad de la enseñanza, sino también por ser un síntoma de que la educación no se valora suficientemente como la mejor inversión de futuro, y como el aspecto prioritario para los necesarios cambios de nuestro sistema productivo, que tiene su apuesta en la innovación y la cualificación profesional, y en ésto la educación es elemento fundamental. Quizá con recortes afrontemos mejor este momento de crisis, pero seguiremos indefensos y mal preparados para afrontar el futuro. Tampoco podemos pedir a las familias que, además de la crisis que como todos los ciudadanos sufrimos, tengamos que hacer un esfuerzo añadido en los gastos educativos porque estaremos generando males mayores e importantes desequilibrios sociales.
Desde FAPAR, pedimos a las instituciones que prioricen el gasto y que sean lo suficientemente sensibles como para entender que el momento de crisis que vivimos no puede agravarse con recortes en Educación. Estamos convencidos que es momento de aplicar criterios muy duros de eficacia y eficiencia en la inversión educativa pública y se hace necesario ser más rigurosos en el seguimiento y evaluación de los programas que se han puesto en marcha y los nuevos que se deben seguir poniendo en marcha. Para FAPAR la Escuela Pública debe ser el eje vertebrador de un sistema educativo de la máxima calidad, por ser ésta la verdadera garante de una escolarización equitativa e integradora y ésto es innegociable con crisis y sin ella.
FAPAR
Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Aragón