Retos para educar en convivencia
La comunidad escolar busca formas de acabar con los conflictos en las aulas sin dramatizar
El País. Reportaje.
Cuando se tiene la oportunidad de visitar algunos institutos de zonas y comunidades distintas, de la ciudad y del campo, se rememoran sin dificultad los tiempos de bachiller. No parece que haya grandes diferencias con los institutos de hace años. Pero la vida se mueve y los profesores sí detectan algunos cambios en los nuevos alumnos. No en la violencia, sin embargo, tantas veces mencionada en los últimos tiempos. Y no con mucho tino, a decir de los expertos. La violencia, con toda su crudeza, de la que se quejan algunos profesores, ocurre de forma episódica, cuando algún padre o algún alumno agrede a un profesor (otra cosa es el acoso).
La mayoría de los profesores y los alumnos cree que las relaciones entre ellos es satisfactoria y un 5,2% de los docentes ha observado agresiones hacia ellos, según los últimos estudios de la Fundación Hogar del Empleado. La violencia no se puede generalizar, afirman tanto los profesores como los estudiosos de estos conflictos, sin que por ello haya que quitarle gravedad al asunto, dicen.
Bien distinta es la indisciplina, y ahí sí se observan cambios. La educación obligatoria se ha extendido hasta los 16 años y a esas edades, el alumno que ha decidido no estudiar se dedica a perder el tiempo, en el mejor de los casos, o a incordiar a los demás. «Estamos de acuerdo con la escolarización hasta esa edad, incluso más, si se quiere, pero bien atendidos; escolarizar no es aparcar», se queja el presidente de la Federación nacional de Directores de Institutos (Fedadi), José Antonio Martínez, que trabaja en institutos desde hace 27 años. «Todos los niños no pueden hacer lo mismo hasta esa edad. Deben diversificarse las enseñanzas para acoger a todos, sin que sean vías muertas o cerradas, que les permitan después la continuación de otros estudios». Fedadi propone varias medidas para mejorar convivencia en las aulas (ver la viñeta bajo el gráfico).
Martínez cree que los niños hoy están más espabilados, no se conforman con lo que se conformaron otros y «han perdido cierto sentimiento de grupo que se tuvo en otras épocas; ahora se ven más peleas entre ellos».
Los alumnos no respetan a los profesores, se quejan muchos. Efectivamente, el desprestigio que ha sufrido la figura del docente puede ser una de las razones que animan a los más díscolos a saltarse las mínimas normas. «Antes llamabas a los padres para contarles lo que había hecho su hijo y los reñían delante del profesor. Ahora te riñen a ti», dice el secretario general de las escuelas católicas (concertadas), Manuel de Castro, y rememora una anécdota. «Teníamos una vez un hijo de un militar al que hubo que reconvenir. El padre, ante el director del centro, preguntaba: ¿Lo arresto, lo arresto? No, hombre, no, le dijimos, no le arreste usted», se ríe De Castro. Pero quiere desdramatizar con el asunto de la violencia. Dice que no es para tanto, que los chavales son chavales y que no se pueden pedir peras al olmo. Ahora, paciencia tienen un rato.
Todos coinciden en pedir ayuda a las familias, porque se encuentran en clase con niños consentidos (de clase baja o alta, en centros privados y públicos) que no encajan un «no» por respuesta. «Nunca les han negado nada, y no asumen que un instituto tiene unas reglas mínimas de convivencia y hay cosas que no se pueden hacer», repite Martínez. Pero no todos los centros sufren los mismos niveles de indisciplina en sus aulas. «En Galicia, por ejemplo, hay un nivel de conflictividad bastante bajo, aunque siempre hay casos graves. Los problemas se presentan sobre todo en marcos urbanos o periurbanos; en las zonas rurales, en general, el alumnado está concienciado con la necesidad de estudiar», asegura el director del instituto público de Fere (Ferrol), Xoán Manuel Vázquez, docente con 18 años de experiencia.
Así pues, a los profesores desprestigiados por razones que no están muy definidas, niños mimados que reciben el apoyo incondicional de sus padres habría que sumar, quizá, una inadecuada formación docente para motivar al grupo de alumnos y hacerse con la clase utilizando el complicado equilibrio entre autoridad y democracia. Ahora los profesores se tienen que enfrentar a toda la población hasta los 16 años, donde hay chicos de todos los pelajes y con distintas motivaciones. Antes, la población que llegaba al instituto ya estaba preseleccionada, porque solían ir los que querían estudiar, los demás ya se quedaban en casa o se ponían a trabajar. Y aun así, el recuerdo devuelve la imagen de algunos piezas incorregibles.
Ahora hay que bregar con todos. Ardua tarea para la que las comunidades están buscando estrategias. Se abren paso con fuerza los grupos de mediación, formados por padres, alumnos y profesores, que deciden colectivamente la sanción que hay que imponer, siempre con carácter pedagógico. El propio Ministerio de Educación ha firmado con los sindicatos, los padres y otras organizaciones educativas un Plan de Convivencia Escolar «con el que se pretende apoyar y ayudar a los docentes ofreciéndoles formación específica». El sindicato CC OO propone, además, que se reconozca como accidente, en acto de servicio, cualquier agresión a los profesores dentro o fuera del recinto escolar.
PROPUESTAS DE LOS DIRECTORES
– Multiplicar las medidas de atención a la diversidad: aulas de acogida, agrupamientos flexibles o atención personal
– La no masificación de los centros, fundamentalmente en las zonas socialmente sensibles
– Disminución del número de alumnos por grupo
– Puesta en marcha de planes de convivencia en todos los colegios e institutos con el apoyo de las administraciones
– Nuevos profesionales en los centros, como educadores y trabajadores sociales, personal sanitario o psicólogos
– Implicación de las familias en la educación de sus hijos
– Equipos de mediación para conflictos formados por profesores, alumnos y padres
– Una normativa disciplinaria ágil, con sanciones orientadas a modificar conductas y adquirir habilidades sociales para la convivencia