Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas
Publicado en la Revista el El Semanal en la sección Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
( Se incluye contestación de Juan Antonio Planas Domingo, Presidente de COPOE. Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España)
Me sigue sorprendiendo que se sorprendan. O que hagan tanto paripé, cuando en realidad no les importa en absoluto. Ni a unos, ni a otros. Y eso que todo viene seguido, como las olas y las morcillas. La última –estudio internacional sobre alumnos de Primaria, o como se llame ahora– es que el número de alumnos españoles de diez años con falta de comprensión lectora se acerca al 30 por ciento. Dicho en parla normal: uno de cada tres críos no entiende un carajo de lo que lee. Y a los 18 años, dos de cada tres. Eso significa que, más o menos en la misma proporción, los zagales terminan sus estudios sin saber leer ni escribir correctamente. Las deliciosas criaturas, o sea. El báculo de nuestra vejez.
Pero tranquilos. La Junta de Andalucía toma cartas en el asunto. Fiel a la tradicional política, tan española, de subvenciones, ayudas y compras de voto, y además le regalo a usted la Chochona, la manta Paduana y el paquete de cuchillas de afeitar para el caballero, a los maestros de allí que «se comprometan a la mejora de resultados» les van a dar siete mil euros uno encima de otro. Lo que demuestra que son ellos quienes tienen la culpa: ni la Logse, ni la falta de autoridad que esa ley les arrebató, ni la añeja estupidez analfabeta de tanto delincuente psicopedagógico y psicopedagocrático, inquilino habitual, gobierne quien gobierne, del ministerio de Educación. Los malos de la película son, como sospechábamos, los infames maestros. Así que, oigan. A motivarlos, para que espabilen. Que la pretendida mejora de resultados acabe en aprobados a mansalva para trincar como sea los euros prometidos –una tentación evidente–, no se especifica, aunque se supone. Lo importante es que las estadísticas del desastre escolar se desplacen hacia otras latitudes. Y los sindicatos, claro, apoyan la iniciativa. Consideren si no la van a apoyar: ya han conseguido que a sus liberados, que llevan años sin pisar un aula, les prometan los siete mil de forma automática, por la cara. Y más ahora que, de aquí a tres años, con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas. Le bastará con saber cómo se enseñan lengua, historia y matemáticas. Y más si curra en España: el único país del mundo donde los profesores de griego o latín enseñan inglés.
Así, felices de habernos conocido, seguimos galopando alegremente, toctoc, tocotoc, hacia la nada absoluta. Todavía hay tontos del ciruelo –y tontas del frutal que corresponda– sosteniendo imperturbables que leer en clase en voz alta no es pedagógico. Que ni siquiera leer lo es; ya que, según tales capullos, dedicar demasiado tiempo a la lectura antes de los 14 años hace que los chicos se aíslen del grupo y descuiden las actividades comunes y el buen rollito. Y eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos. Cada pequeño cabrón que prefiere leer en su rincón a interactuar adecuadamente en la actividad plástico-formativo-solidaria de su entorno circunflejo, por ejemplo, torpedea que el día de mañana tengamos ciudadanos aborregados, acríticos, ejemplarmente receptivos a la demagogia barata, que es lo que se busca. Mejor un bobo votando según le llenen el pesebre, que un resabiado culto que lo mismo se cisca en tus muertos y vete tú a saber.
El otro día tomé un café con mi compadre Pepe Perona –«Café, tabaco y silencio, hoy prohibidos», gruñía–, que pese a ser catedrático de Lengua Española exige que lo llamen maestro de Gramática. Le hablé de cuando, en el cole, nos disponían alrededor del aula para leer en voz alta el Quijote y otros textos, pasando a los primeros puestos quienes mejor leían. «¿Primeros puestos? –respingó mi amigo–. Ahora, ni se te ocurra. Cualquier competencia escolar traumatiza. Es como dejar que los niños varones jueguen con pistolas y no con cocinitas o Nancys. Te convierte en xenófobo, machista, asesino en serie y cosas así». Luego me ilustró con algunas experiencias personales: una universitaria que lee siguiendo con el dedo las líneas del texto, otro que mueve los labios y la cabeza casi deletreando palabras… «El próximo curso –concluyó– voy a empezar mis clases universitarias con un dictado: Una tarde parda y fría de invierno. Punto. Los colegiales estudian. Punto. Monotonía de lluvia tras los cristales. Después, tras corregir las faltas de ortografía, mandaré escribir cien veces: Analfabeto se escribe sin hache; y luego, lectura en voz alta: En un lugar de la Mancha, etcétera». Lo miré, divertido. «¿Lo sabe tu rector?». Asintió el maestro de Gramática. «¿Y qué dice al respecto?». Sonreía mi amigo, malévolo y feliz, encantado con la idea; y pensé que así debió de sonreír Sansón entre los filisteos. «Dice que me van a crucificar.»
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Estimado Sr. Director de la Revista ¿El Semanal?:
En primer lugar felicitarle por su excelente publicación y animarle a continuar por esa senda de información de calidad y pluralidad.
El motivo de este escrito es solicitarle la publicación de esta contestación al artículo de Pérez Reverte ¿Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas?.
Escribo en mi condición de Presidente de la COPOE, Confederación que aglutina a 21 organizaciones de psicopedagogía y orientación repartidas por todo el Estado con más de 8.000 socios.
Nos apena comprobar que un excelente escritor como Arturo Pérez Reverte se dedique a provocar y a insultar para generar una polémica gratuita. Nos mueve contestar a su artículo ¿Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas? en deferencia a la abnegada dedicación de la mayoría de los docentes y psicopedagogos españoles. No se merecen a salvapatrias y defensores de las esencias más rancias como el Sr. Pérez Reverte.
Comete el grave error de generalizar a partir de un anecdotario más o menos gracioso. Error propio del mismo ignorante que extrapola de la parte el todo. Cada día se descalifica más solo. Su petulancia, desconocimiento de lo que habla y forma en que lo hace lo dejan en evidencia. Es mejor que se dedique a la novela, que lo hace muy bien y deje la opinión educativa para los educadores. Nos parece un artículo de una demagogia y de una ignorancia de espanto. Es deplorable la visión prepotente y elitista que Reverte tiene de la educación. No es novedad el desprecio con que trata muchas cosas que ignora. Seguramente considera más adecuada la educación en el Siglo de Oro, eso sí para los mismos de siempre.
Parece que todo el mundo puede opinar sobre educación. Lo peor de todo es que se identifica a los políticos que toman decisiones educativas con los orientadores y psicopedagogos. Precisamente nosotros somos los que más sufrimos las malas decisiones y la precariedad de medios. Es como si en la sociedad española nos quejáramos de los cirujanos o de los geriatras arguyendo que hay más facultativos que hace unos años y sin embargo cada vez hay más pacientes. Estamos hartos de que se identifique la permisividad de los padres o la desidia de la administración con la psicopedagogía. Si precisamente nosotros decimos que hay que poner límites educativos y que hay que tomarse más en serio la educación.
No es de recibo que nos dedique expresiones como: «delincuente psicopedagógico y psicopedagocrático» o ¿con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas? ¿Eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos?.
Con estas frases se descalifica él mismo. Se deja llevar por estereotipos alejados de la realidad cotidiana. Es como si hubiera sufrido algún tipo de trauma que le hace añorar viejos estilos pedagógicos del estilo la letra con la sangre entra y desconfiar de todo lo vanguardista e innovador. Por lo visto los referentes actuales tales como Finlandia o los países del Norte de Europa que son los que más invierten en educación y prevención también habría que criticarlos porque no abogan por la enseñanza memorística. Todas las sociedades occidentales han aumentado los servicios educativos relacionados con la orientación y el apoyo psicopedagógico, son un síntoma de bienestar, de buena economía y de satisfacción de las demandas sociales.
No obstante, Reverte también pone de manifiesto que a la Educación hay que tomarla más en serio y los problemas que tenemos son más profundos como para resolverlos con la simple medida de subvencionar y poner más becas. Desde hace muchos años venimos exigiendo la necesidad de contar con un profesorado de calidad, bien seleccionado, bien formado y bien tratado tanto por la administración como por la comunidad educativa y los medios de comunicación y que disponga de los medios necesarios (tales como ratios, instalaciones, apoyos, tiempo) para hacer bien su trabajo.
De igual manera consideramos que unos Servicios de Orientación de calidad contribuirán a la mejora del sistema educativo en general y de la comunidad educativa en particular. Aunque el Sr. Reverte se tome a broma nuestro trabajo, que le pregunten al muchacho que está atravesando una crisis depresiva con intentos de suicidio o a los padres desesperados que no saben a qué especialista acudir porque su hijo tiene problema de hiperactividad y déficit de atención o al profesor que necesita asesoramiento porque sus alumnos están desmotivados. Los miles y miles de casos que resolvemos diariamente de una forma silenciosa podrían ilustrarle de la importancia de la psicopedagogía. Por ese motivo no nos cansaremos de reivindicar la necesidad de que haya más orientadores en los centros educativos. No puede ser que exista uno por centro (y ni siquiera se llega a esa cifra en primaria) independientemente del número de alumnos, características de los mismos o complejidad de la oferta educativa. Es como si volviendo al mismo símil sanitario hubiera un solo especialista en cirugía por hospital tanto si es comarcal como de una gran ciudad.
Los psicopedagogos, y toda persona que hoy está relacionada con la docencia es un héroe. A todos ellos les dedicamos el homenaje que se merecen. Hay un proverbio africano, divulgado por el filósofo J. Antonio Marina que dice -para educar a un niño hace falta la tribu entera-.
Sin otro particular, se despide atentamente.
Juan Antonio Planas Domingo
Presidente de COPOE
(Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España)
Hola buenas,soy estudiante,me parece que en ese articulo no se generaliza si no habla para los docentes que se den por aludidos,la verdad ,tiene razon en muchos aspectos por no decir en todos,tengo la experiencia de amigos y personal de lo que pasa y tiene mucha razon,tambien me he topado con docentes que son geniales pero otros muchos que no.
Arturo como usted ninguno
Soy profesor de enseñanza secundaria y no puedo estar más de acuerdo con Pérez-Reverte. Una argumentación mas extensa de sus ideas se encuentra en el libro «Panfleto antipedagógico» de Ricardo Moreno Castillo.
Un gusto , soy argentina, estoy en el último año de Psicopedagogía y ademas soy docente, no me gusta tomar partido ni por uno ni otro pero obviamente me gustó poder leerlo. Es parte de los pueblos cultos el poder intercambiar ideas (no insultos), por muy elegantemente dichos. Como esto es un hecho globalizado, les digo que ambas opiniones tambien se discuten aca, con el mismo fragor y me educqué igualmente con toodas las corrientes e ideas expuestas lo que me sirve para ampliar mas mis conocimientos, no para reducirlos. Cariños!! me gustaría comunicarme con Psicoped españoles