Un estudio de la Universidad del País Vasco alerta del distanciamiento entre el colegio y la sociedad
Un estudio de la Universidad del País Vasco revela el desconcierto de los docentes ante los numerosos cambios sociales que ha de asumir la escuela en soledad. El informe, realizado a partir de entrevistas en profundidad a profesores, destaca que el sistema educativo transmite unos valores que no se encuentran en la sociedad.
EDUARDO AZUMENDI – Vitoria EL PAÍS – 23-01-2006
Los docentes se ven en un continuo pulso con los padres, ante los que se sienten desautorizados. La escuela se está convirtiendo, sin desearlo, en una especie de campamento o parque temático de la transmisión de unos valores cuyo brillo social es inversamente proporcional a la distancia que nos aleja del recinto escolar». Con la distancia, los valores que se enseñan en la escuela palidecen. Esta es una de las conclusiones de la primera fase de un estudio que elabora el Departamento de Sociología de la Universidad del País Vasco (UPV) sobre la realidad escolar y la transmisión de valores por encargo de la Fundación Fernando Buesa. El trabajo, que está basado en entrevistas individuales y de grupo con 74 docentes de centros públicos y privados concertados de primaria y secundaria de Euskadi, confirma los peores temores de sus autores: la soledad en la que vive el colegio, convertido en el destino último de todos los males que aquejan a la sociedad.
La escuela exige disciplina y autocontrol, esfuerzo, espíritu de sacrificio y trabajo, «un conjunto de capacidades que remiten a valores que están totalmente devaluados en el contexto cultural actual», se lamentan los docentes. Ana Irene del Valle y Elisa Usategui, las profesoras del Departamento de Sociología de la UPV que han realizado el trabajo, aseguran que los profesores tienen miedo de que el aislamiento y la soledad en la que vive la escuela terminen por deslegitimar la propia cultura escolar y los valores que pretende transmitir.
Las entrevistas con los docentes son la primera parte de una investigación que aún se prolongará otros tres años, en los que se recabará la opinión de los padres y de los alumnos y se analizará el currículum escolar. Con todo ello, se obtendrá un diagnóstico de situación. Pero sólo a través de la mirada del profesorado, las expertas ya han podido captar cómo se siente la escuela ahora y cuáles son sus posibilidades y limitaciones.
Una experiencia compartida por la mayoría de los docentes entrevistados es lo «desalentador» que les resulta verse transmitiendo una formación que contradice abiertamente o indirectamente los valores que «los estudiantes perciben que operan eficazmente fuera del colegio». Se trata de un proceso con una capacidad «tremenda» de erosionar la legitimidad de la institución y la figura del docente, subrayan las dos sociólogas.
La expresión «soledad de la escuela» les sirve a los profesores para exponer gráficamente la quiebra del consenso que históricamente se ha venido dando entre las instituciones socializadoras básicas: familia, escuela, iglesia, medios de comunicación y grupos de iguales. El director de un colegio concertado religioso entrevistado para el estudio demuestra con un ejemplo este aislamiento. «Cuando están en el centro [los niños] se encuentran en una burbuja y cuando salen están viviendo otra cosa. Hay detalles que te lo dicen, por ejemplo, si estás trabajando sobre la paz y dos niños se han peleado se disculpan diciendo que lo han hecho fuera del colegio». El testimonio de la directora de un instituto de secundaria recogido en el trabajo abunda en el distanciamiento entre lo que enseña la escuela y la realidad exterior. «Creo que muchas veces nos tienen que ver [los alumnos] como hippies, pero en el sentido peyorativo del término, una cuadrilla de iluminados, que van de no sé que. Esto es lo incómodo. Porque que me miren con ese aire, no de crítica, sino displicente, mírala que ingenua, todavía cree, me molesta muchísimo (…) y eso socialmente es así».
Según los docentes, el desencuentro es evidente con una sociedad que concibe la escuela como la última esperanza, pero le sitúa como una «institución periférica». Esa soledad que perciben los profesores en la tarea educativa con relación al conjunto de la sociedad se vuelve más desconcertante cuando hablan de su relación con los padres de los alumnos. «Las familias no demandan; exigen y delegan», señala un profesor. El director de un centro privado de enseñanzas medias confirma esta impresión. «Cada vez se nos están pidiendo más cosas y es típico que hoy en día cualquier profesor tutor responsable de un grupo de alumnos haga de todo: de padre, de madre, de médico, de psiquiatra, de trabajador social, bueno, de mil cosas con vistas a los alumnos».
Con todo, lo que verdaderamente preocupa al profesorado no es tanto la escasa participación en la vida del centro y la apatía por parte de los padres, sino la falta de reconocimiento de su competencia y autoridad. Los docentes se ven en un continuo pulso con los padres, en el que se sienten «desautorizados, enjuiciados y, a veces, atemorizados», apuntan las sociólogas.
Otro de los escollos en la relación familia-profesorado es la «excesiva permisividad y el marcado proteccionismo» que tienen las familias en la educación de sus hijos. Una directora de un instituto de secundaria lo resume así: «El fracaso escolar y la desmotivación de los alumnos no va a disminuir. Las familias no viven el día a día escolar de sus hijos. En algunos casos porque no están mucho tiempo con sus hijos y, cuando lo están, porque en esa edad de rebeldía y de enfrentarse a la exigencia, muchos padres no aguantan el pulso y quieren que lo lleve el centro. En las familias no se transmite el valor del sacrificio».