Para menores con reparos
La polémica generada por «Diario de una ninfómana» aviva el debate de la calificación de los filmes por edades – Sondeamos la opinión de distintos sectores de la sociedad española sobre la tolerancia a la violencia y el sexo en la pantalla.
LA RAZÓN – C. David Carrón – MADRID
No se conocen aún las cifras de recaudación de «Diario de una ninfómana» en su primer fin de semana, pero es probable que la publicidad extra que le han regalado los medios de comunicación ayude a engordar la caja. Todo empezó cuando su director, Christian Molina, acusó de «censura» a la Empresa Municipal de Transportes de Madrid por no permitir exhibir el cartel de la cinta en sus marquesinas. Tras un cruce de acusaciones y comunicados (el videalcalde, Manuel Cobo, aseguró que la productora no quiso aceptar los criterios exigidos por Autocontrol de la publicidad para que en el cartel se indicara su clasificación, en este caso, para mayores de 18 años), vislumbramos que el problema no era la mano de la protagonista (que se acaricia el pubis en el cartel), ni la palabra «ninfómana» del título, sino que el afiche no llevaba la recomendación por edades.
Una obligación legal
No se trata de un capricho, sino de una obligación legal como recuerda Fernando Lara, director general del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA): «Ha sido uno de nuestros objetivos, pues había prosperado la mala idea de no indicarlo». A pesar de las advertencias y de alguna sanción, parece que la norma no siempre se quiere cumplir.
Lara es, según la legislación, el responsable de firmar la resolución que califica a cada largometraje tras leer el informe escrito por la Comisión de Calificación que él mismo nombra, un órgano que resulta de la evolución democrática del comité de censores, aunque no tenga ni pretenda ningún tipo de poder coercitivo. Aunque, curiosamente, la cinta «Diario de una ninfómana» fue examinada por el departamento de la Generalitat catalana, que tiene potestad para calificar las cintas producidas en su comunidad autónoma y su dictamen tiene validez para todo el territorio nacional. El resto de comunidades con las potestades culturales transferidas (Andalucía, Valencia…) podría hacer lo mismo, pero aún no hay constituida una comisión para ello.
Desde la Conferencia Episcopal Española (CEE) se preguntan: «En este momento de relativismo moral no sabemos cuál será el criterio antropológico que se está empleando». El responsable del ICAA asegura que, aunque «cada uno tiene un criterio subjetivo» hay documentos similares al «código de autorregulación de las televisiones» que son los libros de cabecera para los miembros de la comisión. Además de la calificación estatal, cada filme posee otra eclesiástica que emite la Conferencia Episcopal. El responsable del departamento de cine de la organización, Juan Orellana, explica que su comité está formado por «20 críticos de distintos medios que se reparten mensualmente las películas. Entre ellos hay especialistas en animación, cintas americanas y cine de autor europeo, por ejemplo. Cada uno emite su dictamen y la calificación (se puede acceder a ellas a través de la web pantalla90.es). Trato de ver todos los filmes y corregir las críticas cuando me parece adecuado, pues soy el responsable del departamento».
Orellana constata que desde que la calificación religiosa dejó de ser la oficial (lo que sucedía durante la dictadura) «cada vez hay más disonancias entre ambas». En lo que sí están de acuerdo tanto el «censor» gubernamental como el religioso en que reciben quejas habitualmente en forma de llamadas, cartas y «mails» de espectadores que no están de acuerdo con el dictamen que dieron a tal o cual título: «Y es muchos padres buscan una receta en estas calificaciones, con la intención de liberarse de la función educativa», afirma el representante de la CEE. «Insistimos mucho en que se trata de una responsabilidad de los progenitores», comenta Lara. Efectivamente, la resolución de este comité no implica ninguna prohibición a las salas desde los años 80.
Carmen González, adjunta al Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, considera que «en general, las clasificaciones se ajustan más o menos a las edades para las que son recomendables las películas». En la misma dirección se manifiesta Fernando Martín, vicepresidente de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres (Ceapa): «En las salas de cine existe mayor posibilidad de control para los padres, pero éste se reduce delante del televisor a ciertas horas», explica. Los padres se muestran especialmente preocupados porque el código de autorregulación se obvie en algunos de los canales españoles. En cuanto a la calificación en sí misma hay dos factores que influyen de manera fundamental: el sexo y la violencia. Los responsables de «Diario de una ninfómana» se quejaban de la excesiva indulgencia que sociedad y autoridades tienen para permitir que los menores contemplen escenas de violencia y la censura que se ejerce hacia las propuestas subidas de tono.
Hipocresía terrible
El director del ICAA desmiente este extremo y asegura que ponen especial celo en no recomendar ese tipo de escenas. Los padres de Ceapa, por el contrario, consideran que «los modelos sociales que estamos transmitiendo a nuestros futuros ciudadanos en ocasiones adolecen de una hipocresía terrible: les decimos que hay cosas que no se deben hacer, pero dejamos que sean bombardeados por contenidos violentos y películas en las que se denigra al individuo». El Defensor del Menor de Madrid también cree que «a pesar de que es importante que los menores vean su sexualidad acorde con su edad, sin embargo, somos aún menos sensibles a la violencia». Desde el CEE recuerdan que existen recursos para «no enseñar por enseñar», como el fuera de campo, la elipsisis o cierto tipo de iluminación, aunque aseguran que son indulgentes con las escenas sexuales que tienen valor dramático: «Eso ocurría en «American Beauty», que era una fantástica cinta, aunque había secuencias que podrían herir sensibilidades». En lo que todos los sectores coinciden es en dos puntos: que no todos los menores tienen el mismo nivel de madurez a una edad similar, y que resulta fundamental que los filmes se vean en familia, pues ciertas escenas, para mayores, debidamente comentadas, pueden resultar de gran interés formativo.