Fallida enseñanza en valores
Educación para la Ciudadanía se ha quedado reducida a una ‘maría’ .
CARLOS CARABAÑA – Madrid – . El País.
Varios directores de instituto relatan la siguiente historia. Llega la hora de impartir Educación para la Ciudadanía: el Partido Popular y parte de la Iglesia recomiendan la objeción de conciencia y algunas familias solicitan al centro que sus hijos no reciban la materia. Pero no la tienen ese curso y al siguiente, con las protestas ya apagadas, los chavales asisten sin problemas a esas clases. La Generalitat valenciana amenazó con impartir esa materia en inglés. Dos años después, se le dedican escasas horas, como si se tratara de una maría.
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Alumnos cuyos padres objetaron asisten a las clases sin problemas
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La metodología incluye películas, charlas, debates y pensamiento crítico
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Solo Galicia y Castilla-La Mancha han aumentado el horario previsto
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Los profesores ven la falta de tiempo como la gran lacra de la asignatura
Alejandro Tiana, secretario general de Educación cuando se implantó Ciudadanía con la LOE en 2006, está convencido de que «la sombra de sospecha arrojada» ha perjudicado a la asignatura. «En la mayor parte de las comunidades autónomas las horas de clase se dejaron al mínimo impuesto desde la Administración [35 sesiones por curso]», explica. «Lo normal es aumentarlas». Para el filósofo Fernando Savater, prologuista del texto para Ciudadanía de la Fundación Cives, «una clase es poco, pero menos es nada». Y reflexiona: «Si la religión estuviera donde debe de estar, fuera de la escuela pública, habría más horas para una asignatura que es muy importante».
Solo en Castilla-La Mancha y Galicia, gobernadas entonces por el PSOE, Educación para la Ciudadanía tiene dos horas a la semana. Los docentes señalan la escasa carga lectiva como la lacra de la asignatura. «Se convierte en una maría[sin tiempo, fácil de aprobar y poco valorada por el alumnado]», dice Fernando Ventura, profesor en Pamplona. «Para desarrollarla harían falta, como mínimo, dos horas».
«Además», recuerda Tiana, «es una recomendación de las instituciones europeas». Casi la mitad de estos países ha concretado la enseñanza en valores como una materia independiente. Los contenidos son cuatro círculos concéntricos: convivencia con el entorno próximo, principios de vida en una sociedad democrática, ejercicio de la ciudadanía en un contexto global y situación y relación del individuo consigo mismo. Las lecciones relativas a la identidad afectivo sexual fueron las más cuestionadas.
Con el libro de texto Joven@s Ciudadanos (Alhambra Pearson), María Pilar Torrijo, filóloga que imparte Educación para la Ciudadanía, cuenta las páginas de la discordia. «Tres de 143, que se titulan Quién Soy, chico y chica, hombre y mujer, el resto del temario -derechos humanos, convivencia, respeto al otro- es indiscutible». Los docentes preguntados aseguran que ya estaban incluidos estos temas en la Ética de 4º de ESO, que, como la filosofía de Bachillerato, ha adquirido el apellido «y Ciudadanía».
Álvaro Marchesi, secretario de Estado de Educación cuando se incluyó Ética en la LOGSE así como la educación en valores de forma transversal a todas las materias, cree que esa asignatura, era «mucho más fuerte, se hablaba de la vida, la muerte y el sexo». «Creer que dos horas a la semana van a transformar a las nuevas generaciones», explica Marchesi, «es no entender el impacto de una disciplina, o cómo va a competir con la influencia de la familia». Savater, que opina que la transversalidad «es una forma de zafarse», cree que «es disparatada la idea de que solo los padres pueden transmitir valores».
Pero esa parte del temario interesa a los chavales. Como la solidaridad, los diferentes sistemas políticos en Europa, los derechos humanos, los impuestos… O eso aseguran los docentes. A Marta, alumna asturiana, le ha gustado «la parte de la violencia contra las mujeres y la explicación de que a una chica le puede gustar otra chica». Los profesores precisan que impartirla es difícil.
Los estudiantes entre 13 y 14 están comenzando a desarrollar el pensamiento abstracto. La metodología es activa: material audiovisual, debates, charlas, discusiones… y un poco de exposición teórica. Juana María Serrano, directora de un centro en Toledo, ve la dificultad de impartir estos conceptos a esas edades, «pero con la tasa de abandono [30%], si pretendemos de verdad formar ciudadanos, hay que hacerlo antes de que dejen los estudios».
Tiana recuerda que las negociaciones no fueron complicadas. «Hablamos con los religiosos docentes (la FERE) y se marcó una posición intermedia, que no es fácil y nunca se sabe dónde está». Una línea roja, verbalizada en el enunciado La familia en el marco de la Constitución española. «La reacción de parte de la Conferencia Episcopal, solicitando la retirada y la objeción -un absurdo jurídico-«, explica, «fue una sorpresa parcial». Uno de los miedos era convertir la pizarra en un púlpito. Pero los profesores defienden su profesionalidad.
La materia se completa con actividades paralelas. Un instituto de Asturias tiene un comité de alumnos, formados en gestión de conflictos, que supervisados por los docentes, decide las sanciones a sus compañeros; en Cantabria pueden participar al principio de las evaluaciones y expresan sus quejas, muchas referidas a los deberes excesivos; en varios centros, los alumnos han ayudado a elaborar el reglamento interno y reciben charlas de ONG como Movimiento por Paz; se hacen visitas a los Parlamentos autonómicos y los alumnos juegan en los sillones a defender diferentes posturas.
Yolanda Barros, profesora en el País Vasco, valora la asignatura: «Superan la resistencia de ir, por ejemplo, a un cineclub, y aprenden». Un opositor a profesor de historia y máster en Educación para la Ciudadanía la resume: «Es como hacer que un chaval vea el telediario y lo entienda». Marchesi puntualiza el enunciado: «Interpretar el telediario de acuerdo con los derechos humanos».