Redes sociales, niños y cuentos de viejas
Un informe del Berkman Center for Internet and Society de Harvard University, ¿Enhancing child safety and online technologies¿ viene a demostrar lo que muchos teníamos perfectamente claro desde hace tiempo: que las alarmas sobre la pretendida inseguridad de los niños en las redes sociales y las imágenes de turbios pervertidos refugiados en ellas para actuar como predadores sexuales no son más que historias de imaginaciones calenturientas y tristes cuentos de viejas. Que en realidad, y tras una investigación exhaustiva, no existe un problema significativo: las redes sociales no son un nido de pervertidos amenazantes, son una parte fundamental de la vida social de los niños hoy en día, y lo único que tiene sentido aquí es, como siempre, el proporcionar educación, educación y más educación a los niños para que aprendan a comportarse en ellas, pautas de conducta y recursos para que puedan sentirse cómodos comunicando a sus padres cualquier duda, situación o sensación inusual que les pueda surgir.
Las redes sociales son como el resto de la sociedad: en general, están formadas por personas normales que han ido ahí a desarrollar las actividades para las que éstas fueron diseñadas. Hay pervertidos y predadores sexuales en un número similar al que existe fuera de la red, y lo único que hay que enseñar a los niños es a reconocer amenazas que, en realidad, se van a encontrar con una muy escasa probabilidad, y que solo difieren de las que se pueden encontrar fuera de la red en el tipo de soporte empleado, no en su frecuencia. No es imposible, es algo que desgraciadamente puede pasar: los predadores sexuales existen y pueden estar en Internet. Pero con igual probabilidad pueden estar fuera de Internet. ¿Hay que tener precaución? Sí, por supuesto. Pero la razonable, sin paranoias.
El sentido común triunfa: en las redes sociales puede haber fenómenos de acoso, de bullying o de acceso a contenidos explícitos, pero no es para nada un problema generalizado ni ocurre de manera más virulenta que como ocurre fuera de la red. Como padres o educadores, tenemos la responsabilidad de educar a los niños para que aprendan a vivir, relacionarse y desarrollarse en un entorno que va a formar parte de sus vidas, pero sin obsesionarlos con amenazas invisibles ni con historias que les hagan pensar que hay un predador sexual escondido detrás de cada nick. Entender con quién deben y no deben relacionarse, qué datos pueden o no deben suministrar, qué tipo de cosas pueden ponerse por escrito, los límites de la educación, la netiqueta, la difamación, el acoso, la protección de la imagen… lo normal, el entender lo que está bien y lo que está mal, la educación de toda la vida, adaptada a un nuevo entorno. Pero no, Internet no es una cueva de acosadores, ni hacen falta leyes o protecciones especiales más allá del sentido común y de las que rigen fuera de la red. No es un sitio intrínsecamente peligroso del que debamos mantener alejados a nuestros hijos. Precaución sí, como la tienes en la calle. Educación, toda la posible. Pero por favor, dejémonos de cuentos de viejas, de demonización de las herramientas, de políticos paranoicos y de telediarios calenturientos.
Publicado en blog de Enrique Dans
Enrique Dans es Profesor de Sistemas de Información en el Instituto de Empresa desde el año 1990. Es Doctor (Ph.D.) en Management, especialidad en Information Systems por la Universidad de California (UCLA), MBA por el Instituto de Empresa, Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidade de Santiago de Compostela, y ha cursado estudios postdoctorales en Harvard Business School. Sus intereses de investigación se centran en los efectos de las nuevas tecnologías en personas y empresas. Es colaborador habitual en numerosos periódicos y revistas como El País, El Mundo, Público, ABC, Expansión, Cinco Días, Libertad Digital o PC Actual en temas relacionados con Internet y las nuevas tecnologías, y escribe muy activamente desde hace más de cinco años en su blog, enriquedans.com, uno de los más populares del mundo en lengua española.