8 de marzo. Día Internacional de la Mujer
8 de marzo. Día Internacional de la Mujer
Pudiera parecer que tras los avances de las últimas décadas la igualdad entre hombres y mujeres en nuestro país es real o cercana a serlo. Pues ésta es una falsa apariencia. Los datos son abrumadores. La mujer española gana un 28% menos que el hombre. Ocho de cada diez contratos temporales son ocupados por mujeres. Por cada hombre que abandona su puesto de trabajo por razones familiares, lo hacen 27 mujeres. Ocupan sólo el 2,5% de los puestos directivos de las grandes empresas, a pesar de que el 60% de los nuevos titulados universitarios en España son mujeres.
Por eso, en una jornada tan señalada para los derechos de la mujer, debemos denunciar que las desigualdades de género perviven en nuestra sociedad y algunas permanecen muy arraigadas y requieren de una acción política y social decidida.
La Ley de Igualdad, que el Senado acaba de aprobar y que ratificará el Congreso de los Diputados próximamente, fija un marco dentro del cual las Administraciones desarrollarán políticas para promover la igualdad de género, la erradicación de la discriminación por razones de sexo, y una mayor participación de la mujer en la vida pública, tradicionalmente ocupada por el hombre. Así establece la paridad en las listas electorales (ningún sexo podrá tener una representación superior al 60%) y la paridad en los consejos de administración de las empresas, entre otras medidas. Además, fija medidas para la conciliación de la vida personal, laboral y familiar y el fomento de una mayor corresponsabilidad entre mujeres y hombres en la asunción de las obligaciones familiares, con el establecimiento del permiso de paternidad y la exención de cuotas a la Seguridad Social a las empresas por bajas de maternidad o paternidad.
En los próximos años un mayor número de mujeres ocupará puestos clave en la Administración y en las grandes empresas, pero, a pesar de todo lo que ha llovido, en el ámbito familiar las mujeres todavía están relegadas: dedican cuatro veces más tiempo que los hombres a las tareas domésticas; cuando hay una persona dependiente en el hogar en la mayoría de los casos es una mujer quien le atiende. Parece que existen resistencias en el ámbito familiar a la corresponsabilidad, que tienen su origen en una «herencia cultural» que se transmite de generación en generación y cuya dinámica es difícil de quebrar. Niñas, niños y jóvenes no deberían recibir de nosotros ese lastre, que podrían seguir reproduciendo en el futuro.
Si realmente creemos en la igualdad entre hombres y mujeres las Administraciones Públicas y las organizaciones sociales tenemos que intervenir con políticas y acciones que interrumpan esta dinámica. No es justo que tengamos que esperar unos cuantos lustros los efectos pedagógicos y modélicos de la llegada de la mujer a cargos políticos y directivos de primera
línea. Tenemos que ser ambiciosos y acelerar esta evolución. Y la clave para ello es la educación.
Por este motivo, respaldamos la incorporación al currículum educativo de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que contempla la formación en la igualdad de género. Hay quienes piensan que enseñar igualdad y derechos humanos en la escuela, principios constitucionales, es hacer proselitismo ideológico. Sin embargo, consideramos que la escuela debe constituir un espacio de cambio y progreso social en cuanto al aprendizaje de nuevas actitudes de ciudadanía, convivencia e igualdad.
Además, es necesario incorporar la educación afectivo-sexual al currículum. La relación entre iguales en la vida pública y privada es ignorada y no se tiene en cuenta el número de embarazos no deseados en adolescentes, el crecimiento del número de familias monoparentales o los estudios realizados acerca de la sexualidad de los jóvenes y las jóvenes, que demuestran la necesidad de la formación sexual y de los afectos.
La formación del profesorado es determinante para la consecución de la igualdad de oportunidades y la construcción de una escuela coeducativa. La ausencia de la coeducación en los planes de formación del profesorado redunda en la desconsideración de las aportaciones de las mujeres a la historia, ciencia y cultura, y en las actitudes y contenidos discriminatorios, que actúan en el currículum oculto, y en un auténtico desinterés por la consecución de la igualdad de los sexos. Además, las Administraciones educativas deben apoyar la formación de padres y madres, que impulsan las federaciones de APAs, para trasladar los principios coeducativos a las familias.
Hay que abordar más la igualdad de género en las aulas, poner responsables de este tema en los centros y no dejar este asunto sólo en manos de algunos profesores que tienen ganas de abordarlo o de un director que es más sensible al mismo. En definitiva, hay que trabajar por una auténtica inmersión en igualdad de género en la escuela para construir una sociedad mejor.