Para educar a un niño hace falta toda la tribu
La aplicación del Proyecto Comunidades de Aprendizaje requiere un proceso de interacción entre las escuela, el entorno social y el voluntariado.
PERIÓDICO DE ARAGÓN 02/02/2009 J. M. PéREZ BERNAD
Así ocurre con el programa que desarrolla desde hace años en Zaragoza el colegio Santo Domingo, que acoge a 190 escolares, el 80% de ellos inmigrantes. Enrique Tordesillas, de 57 años, ocho de ellos como secretario regional de CCOO-Aragón, participa todos las mañanas de cada lunes y es uno de los 14 voluntarios con que cuenta el centro.
María José Lago Mateo, directora del colegio explica que el voluntariado es a la carta. «Hay personas que viene un día a la semana, otras dos, y algunas más. Cuando se ofrecen a apuntarse, se rellena una ficha y se estudia sus disponibilidades de tiempo».
Tordesillas, prejubilado, dice que no es voluntario por su compromiso social. «Si no me divirtiera, no vendría. Todos los días aprendo algo de los niños, que necesitan una educación completa para integrarse, desde aprender a sentarse en una silla o celebrar su cumpleaños en el centro hasta los conocimientos que se les imparten», añade.
El colegio acoge a escolares de 19 nacionalidades y el idioma es uno de los primeros problemas, aunque los niños aprenden con rapidez, sobre todo en infantil. «Los más rápidos son los rumanos, por la similitud del idioma. A los chinos les cuesta más. También a los árabes», explica Lago.
Para el exlíder sindical, la experiencia es gratificante. «Se trata de darles una educación integral, con el concepto de que para educar a un niño es necesaria toda la tribu. No solo de los profesores, sino de los voluntarios, vecinos y toda la sociedad porque todos proceden de un medio con problemas de integración social. Los españoles que vienen, el 20%, son de etnia gitana. Necesitan una atención permanente. Por ello no resulta lógico que se aplique la ratio de 25 por aula porque no es un colegio normal, una polémica que se mantiene con la Dirección de Educación. Se les mide como a cualquier niño que estudie en un colegio de La Romareda. Lo que necesitamos aquí son más medios humanos», relata.
En este punto también insiste la jefa de estudios, María Jesús Herrero. «Hay niños que llegan a mitad de curso y, sin saber el idioma, se incorporan a sexto de primaria. Además de la lengua, tampoco tienen códigos de conducta estándar. El trabajo de los voluntarios es muy importante porque son personas comprometidas, aunque harían falta más», explica.
Desconocimiento de idioma, hábitos de otros países, los niños se desenvuelven en un medio desconocido al que no tardan en habituarse, aunque el absentismo todavía sigue alto. En las aulas, sobre todo las de los más pequeños, también se detecta una atención dispersa. Cada niño va a su bola, aunque los educadores destacan su obediencia y la afectividad que ofrecen.
«Ellos siempre son sensibles al cariño y te corresponden. En este sentido, el trabajo que realizamos es muy enriquecedor. Además, el ambiente con educadores y voluntarios es excelente. Las cosas se sacan adelante porque todos formamos una piña», asegura Tordesillas.
Son las once de la mañana y empiezan las clases de religión. Se imparten tres, católica, islámica y evangélica. «Hay algún niño ortodoxo que asiste a clases alternativas. Nunca se ha presentado ninguno budista o judío, pero también hay convenio para estas religiones», manifiesta Lago.